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Irene Sosa

Irene Sosa: la Torre de David símbolo de sueños y fracasos

NUEVA YORK: En sí reúne la severidad de la rectitud y la calidez de la generosidad. Irene Sosa, cineasta documentalista, mujer de armas tomar cuando algo la emociona y la motiva, va con su cámara a cuestas escudriñando el mundo con curiosidad honesta y profunda humanidad.

Su último documental, Vertical Slum, que presentará de nuevo en Nueva York, en el marco del Festival de Cine Venezolano en Nueva York, narra la historia de la Torre de David, antes Centro Financiero Confinanzas, inmenso rascacielos venezolano cuyas ventanas sin vidrios parecen ojos sin luz, y en cuyas paredes, escaleras y pisos a medio construir, está escrita la historia de los sueños y fracasos de dos distintas formas de gobernar, dos diferentes modelos de país.

“Hace tiempo tenía el deseo de hacer un documental sobre arquitectura e ideología. Las edificaciones arquitectónicas son el testimonio vivo de las etapas históricas de las ciudades. En un primer momento pensé hacer algo alrededor del Palacio Barolo de Buenos Aires, símbolo del nuevorriquismo argentino. Luego, sentada en un avión regresando a Venezuela para ir a visitar a mi madre, me dije ¡La Torre de David!”

En ese momento volvieron a la mente de Irene Sosa muchos recuerdos de los años transcurridos en Venezuela, viviendo en una urbanización, Sarría, desde la cual se ve con claridad la Torre que en un comienzo se llamó Centro Financiero Confinanzas.

“Había hecho dos tomas de 15 segundos desde mi casa a mi mamá viendo el edificio mientras murmuraba, ¡qué lastima, un edificio tan bello, que ganó premios y lo han dejado allí abandonado! Hasta 2008, cuando lo invadieron. Fue una de las más grandes invasiones de América Latina”.

Cinco mil personas llegaron y se apoderaron de los espacios de la Torre semiconstruida. Faltaban vidrios en las ventanas, barandas en las escaleras, no llegaban los servicios de agua y electricidad y había un problema de aguas negras que inundaba los primeros pisos de un fuerte mal olor. Sin embargo muchas de las personas que la invadieron salían de situaciones peores así que llegaron decididas a transformar esas paredes que cobijaron una vez un afán de riqueza, en el sueño de una vivienda que devolviera dignidad a sus vidas.

En un país tan peligroso como Venezuela, con un nivel de micro criminalidad que logra cobrar más víctimas de guerras, guerrillas y delincuencia organizada, la Torre de David con sus cinco mil almas se transformó rápidamente en un espacio que muchos miraron con temor y recelo.

Caracas es una ciudad en la cual los criminales tienen enclaves donde dictan sus leyes y la policía no tiene acceso. El Centro Financiero Confinanzas ya transformado en Torre de David tenía todas las características para convertirse en otro de esos enclaves y alrededor de esos huecos sin vidrios desde donde empezaron a colgar banderas e imágenes de Chávez, se construyeron múltiples leyendas metropolitanas.

Allí, superando las barreras de miedos y recomendaciones de quienes la consideraron irresponsablemente arriesgada, entró Irene Sosa con su cámara y dispuesta a transformar las leyendas en verdad.

Cada fotograma del documental testimonia la sensibilidad y profunda integridad de Irene. Ella no juzga, documenta. Y obliga a pensar. Se detiene en detalles conmovedores como unas cerámicas subidas con esfuerzo por las escaleras a medio construir, para dar un toque de elegancia a las paredes, los pasillos impecables que limpian por turnos con pulidoras, las reglas que rigen la comunidad, como por ejemplo la que prohíbe escuchar música después de las once de la noche. El orgullo con el cual los habitantes de la Torre acompañan a Irene para que vea las transformaciones que le hicieron, rompe muchos paradigmas, quita la careta al monstruo y le devuelve humanidad. Vemos a personas que son solamente eso: personas comunes y corrientes deseosas de crear un espacio que puedan llamar hogar. El impacto de esas imágenes es profundo en un país como Venezuela en el cual desde hace muchos años una guerra civil silenciosa ha creado una fractura profunda dentro de la sociedad.

 

Irene Sosa

 

La Torre de David para muchos fue considerada un enclave de la criminalidad, tu has mostrado una comunidad casi idealizada, ¿dónde está la verdad? ¿no has pensado que pudiste ser manipulada para que vieras solamente una parte de la historia?

No. – contesta Sosa sin atisbo de dudas – Estoy segura que no fui manipulada porque ni soy Oliver Stone ni puedes maquillar una realidad de cinco mil personas. La verdad es que en Venezuela todo el mundo, desde los más pobres hasta los más ricos, tiene un único sueño. Lo resumen así: un mejor vivir. En este caso específico, hay que subrayar otros detalles significativos: los que dirigían la comunidad de la Torre de David en su mayoría eran evangélicos y las personas que allí vivían sentían que habían logrado pasar de la pobreza a clase media porque pagaban 50 bolívares de renta. Por otro lado si no podemos creer que en Venezuela existen cinco mil personas capaces de luchar para construir algo positivo, entonces de verdad estamos enterrando cualquier esperanza de futuro.

Pero, y es lo que más duele y preocupa, existe una polarización tan profunda en la sociedad que tanto de un lado como del otro se perdió totalmente la capacidad de análisis. No somos capaces de vernos, de reconocernos como seres humanos y ciudadanos de un mismo territorio y por eso estamos donde estamos. Para la oposición todo lo que existió antes de Chávez era maravilloso y todos los males llegaron con este gobierno, y para los chavistas vale exactamente lo contrario.

 

Otra pregunta que surge tras ver tu documental es: ¿si en realidad estas personas tenían una comunidad tan bien organizada, casi un ejemplo para el resto de la población, por qué el gobierno de Chávez las desalojó?

Porque, el chavismo no ama las organizaciones. La invasión de la Torre de David así como las de muchos otros edificios fue decidida desde el gobierno, y uno de los más importantes líderes de esas acciones fue el ex alcalde Barreto, pero cuando las personas empezaron realmente a organizarse con ese fin de “mejor vivir”, el chavismo prefirió ignorarlas. No las ayudó facilitando los servicios, dejó que pagaran una deuda de agua de 25 años. No les facilitó materiales para completar la construcción. Las ignoró. Pero, muy a su pesar, la Torre se transformó en el segundo símbolo más importante del chavismo después de Chávez. Y los chavistas empezaron a vivir esa invasión como una vergüenza. Hay artículos muy críticos escritos por chavistas que muestran ese malestar. Con una actitud totalmente estúpida y ciega, en lugar de presentar a la comunidad de la Torre como un ejemplo de algo positivo, decidieron desalojarla. Montaron un gran show, Maduro habló durante hora y media, pensaron que el mundo elogiaría su capacidad para tomar decisiones drásticas. En su inmensa ignorancia no trataron de ir más allá de unas ideas preconcebidas, no quisieron ver la realidad ni conocer a esas personas que utilizaron según sus cálculos políticos. De un solo plumazo borraron sacrificios y esperanzas de miles de familias. Para armar un gran show. Ese es el chavismo.

 

Irene Sosa hace una pausa en su hablar apasionado, en el tono de su voz, la gestualidad de su cuerpo, su mirada, leemos todo el dolor de una persona que participó en un sueño y asistió impotente a su destrucción.

 

Cuando me enteré de los resultados de las elecciones parlamentarias – dice pausada – lo primero que me vino a la mente fueron los rostros de esas cinco mil personas, recordé cada detalles de los espacios semiconstruidos que transformaron en hogar, y el orgullo con el cual los mostraban. Percibí su amargura y descontento. Esas elecciones representaron antes que nada el gran fracaso del chavismo.

 

Sin embargo en la primera parte de tu documental también muestras los muchos claroscuros que envuelven el nacimiento y posterior abandono de la que fue el Centro Financiero Confinanzas en la etapa anterior a la llegada de Chávez.

Sí, porque creo que no hubo una Venezuela paradisíaca antes y un infierno después ni viceversa. Me he limitado a contar la historia. Y la historia es que también para la Venezuela de antes del chavismo, el Centro Financiero Confinanzas representó un símbolo, el símbolo de los más alto del capitalismo, del éxito de una persona que de rica pasa a ser multimillonaria en 16 años. Y que luego, tras ser abandonada, representará el símbolo de un poder económico corrupto.

 

Irene Sosa quien ama y domina desde hace muchos años las nuevas tecnologías, aspira crear una versión interactiva de su documental.

 

Me gustaría dar a la gente los instrumentos para entender mejor quien era David Brillembourg, el Presidente del Grupo Financiero Confinanzas quien ideó el proyecto faraónico del Centro Financiero Confinanzas; para conocer quien era su suegro, Miguel Ángel Capriles, hombre poderoso, magnate de la comunicación, dueño de muchas empresas muy importantes en Venezuela; para descubrir cual fue la transacción a través de la cual Brillembourg vendió el inmenso rascacielos sin terminar por 36 millones de dólares en los momentos del viernes negro, cuando hubo la primera gran devaluación del bolívar. Fue la más grande transacción en la venta de un edificio en América Latina hasta que llegó la segunda, la del Banco Provincial, que era de propiedad de Miguel Ángel Capriles. Esa es la historia. Es la historia de dos países que fracasaron. Yo me limito a mostrarlo.

 

Y lo hace con gran valor. Por ese mismo clima de tensión y división que hay no solamente en Venezuela sino entre los venezolanos quienes viven en el exterior, Irene Sosa supo desde un primer momento que iba a meter la mano en un avispero. Supo que iba a enfrentarse con la crítica de unos y de otros, chavistas y antichavistas y sin embargo siguió adelante hasta el final.

No es la primera vez que esta cineasta toca temas controversiales. Irene Sosa quien llegó a Nueva York con una de las becas Gran Mariscal de Ayacucho que otorgaba el gobierno de Carlos Andrés Pérez, para estudiar cine en New York University, supo desde el segundo semestre de su Maestría que no amaba dirigir actores y que prefería realizar documentales. Se gradúa de directora de fotografía pero su condición de mujer y de latina no la ayuda a la hora de buscar espacio en la industria del cine.

Durante años ayuda a los artistas con filmaciones mal pagadas y muchas veces gratuitas, conoce y trabaja largo tiempo con Nancy Spero, artista de admirada creatividad, feminista, luchadora con un gran sentido social, que la aprecia mucho como persona y como cineasta. Conoce a la que será su esposa y decide quedarse para siempre en Estados Unidos. Actualmente comparte su actividad como cineasta con la docencia en el Brooklyn College.

No teme las críticas, acostumbrada como está a luchar contra varias y distintas discriminaciones, por ser mujer y lesbiana en Venezuela y mujer y latina en Estados Unidos. Entre sus documentales recordamos otro que también muestra una realidad dolorosa y controversial: Sexual Exile.

Un trabajo que muestra nuevamente el valor y la honestidad de Sosa. Ella misma está entre los protagonistas del documental, personas todas que por sus tendencias sexuales se ven obligadas a dejar sus casas y sus países.

Mientras estuve en Venezuela – confiesa – nunca pensé que un día iba a poder vivir “una vida normal” en Nueva York, así como la tengo ahora. En Venezuela estaba destinada a vivir mi sexualidad a escondidas y, si bien se ha avanzado mucho en lo que se refiere a derechos de la comunidad LGBT, siguen las discriminaciones dentro de la sociedad.

El tener que sortear tantos obstáculos año tras año, lejos de transformar a Irene Sosa en una persona dura e insensible, ha profundizado su humanidad, generosidad y empatía con las otras personas. La cámara es el ojo que le permite contar, hablar, denunciar. Irene Sosa enfrenta el mundo con la curiosidad límpida y voraz de los niños y con la fuerza y determinación de la mujer que nunca le tuvo miedo a la verdad.

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