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sergio marentes
Photo by: Lorraine Adeline. ©

Inventemos el dinero

Una de las formas de la lectura, y de todo lo posible, si se le menciona con la palabra adecuada, es el orden alfabético. Lo digo porque, por estos días, semanas ya, y ya pronto al menos dos meses, me encuentro leyendo el Diccionario de la lengua española de principio a fin. Lo hago con el fin de cazar palabras desconocidas, que siempre las habrá, por miles, y palabras olvidadas, que gracias al señor de las lenguas son muchas más de las que uno se imagina. Y espero que, para cuando termine la temporada de caza, el botín sea tan provechoso como para saciar mi hambre de los próximos días, que serán los que dedique a cocinar para alimentarme durante el invierno siguiente.

Leer ese libro, esa herramienta fundamental, además de arma vital para todos los que nos dedicamos a escribir el mundo, de una forma diferente a la utilitaria, me ha hecho pensar en la noticia reciente de la muchacha australiana que, a lo largo de toda su adolescencia, inventó una lengua completa, compuesta por más de doscientas mil palabras y casi quinientos léxicos, y se hizo millonaria al vendérsela a un escritor, anónimo y famoso, para la creación de un universo literario y, por supuesto, fílmico a futuro. Lo pensé y recordé aquellos diecinueve cuadernos en los que, durante unos siete años, escribí una Biblia entera, compuesta por ochenta y siete libros, más los catorce apócrifos que no están allí incluidos y las ciento veintidós cartas que se anexan al final. Recordé cada historia allí descrita, cada lugar, cada persona como si las hubiera inventado ayer. No sé por qué lo recordé todo, y ni siquiera sé si lo inventé, pero estoy seguro de que podría plasmarlo una vez más sin problema alguno.

Y ahora pienso que si algún millonario estuviera interesado en crear una religión podría contactarme y, de paso, y aunque no le parezca, porque todo es cuestión de perspectiva, hacerme millonario también con su dinero. Y también que si me encuentro a un incauto al que le pueda vender un nuevo diccionario con significados diferentes a los del Diccionario de la lengua española, podría ser doblemente millonario. Porque es imposible que no haya alguien que lo sepa todo, además de aquellos a los que les importa un bledo saberlo. Esperaré sentado, porque la suerte no es uno de los dones de los que nos dedicamos a escribir el mundo.


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