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paola maita
Photo by: Matthew Bellemare ©

Inventario de recuerdos de un viaje (Parte III)

Del último viaje que hice sola a Madrid, he sacado un inventario de recuerdos y este es uno de ellos.


Creo que quien dijo que la persona que más te conoce es tu madre, es porque no tenía un editor o jamás fue a terapia. 

Mi relación con M. comenzó hace 6 años, cuando me contactó por primera vez para darme un poco de feedback sobre lo que estaba haciendo en Viceversa. Recuerdo haber leído emocionada el correo, porque una persona que no me conocía, y que podría haber pasado de largo de decirme algo, se había tomado el tiempo para hacerlo.

Después de un par de meses contactando semanalmente para entregarle mis textos, comenzamos a conversar de otras cosas. Los mails se fueron llenando con más de nuestro día a día, además de los temas de trabajo. Poco a poco, se fue forjando una amistad que saltaba barreras geográficas y la falta de contacto físico.

Seis años después de estar trabajando juntas y un par de intentos para coincidir frustrados, al fin logré conocer a M. Aunque casi se vuelve otro intento fallido, finalmente un lunes en la tarde estábamos las dos sentadas cara a cara en un bar cualquiera de una plaza pequeña de Madrid.

Por una parte, estaba profundamente emocionada de verla por fin sin que mediase una pantalla. Por otro, sentía que aquella tarde ya había ocurrido de alguna manera. Nos conocíamos lo suficiente como para que no fuese la clásica primera vez incómoda que ves a alguien que no conoces personalmente. 


Aún tienes tanto que procesar de todo lo que es migrar…

De todas las cosas que M. me dijo esa tarde, esta fue la que se me quedó marcada a fuego. No es algo que no haya pensado por mí misma, ni que esté ausente de mi constante diálogo interno o de aquello de lo que escribo. No estaba sorprendida porque fuese algo nuevo. Lo que me sorprendió que ella aún vaya llevando el hilo de mis pensamientos porque lee el trasfondo de lo que escribo.

Ella estaba en lo cierto. Tres años no han pasado en vano. Si bien hay cosas que ya he digerido, no quiere decir que la tarea esté completa. Quizás siga procesando lo que ha significado migrar el resto de la vida, pero solo ella me lo ha dicho a la cara de esa manera. 

En ese momento, lancé un deseo al Universo. Quiero tener una editora que me conozca tanto siempre. No solo me ha hecho una mejor escritora sino una persona más consciente de todo lo que siente y le rodea.


¿Por qué la relación con un editor o editora es tan especial? Cuando lees a alguien, más allá del placer de leer por entretenimiento, con la intención de buscar los puntos fuertes y débiles de sus textos, descubres su universo personal más íntimo. Aunque no lo quieras.

En estos 6 años, M. no solo ha cuidado de mis textos, sino que ha estado allí para cuando le he necesitado, para animarme a contar las historias importantes, aunque me duelan o me dé miedo hacerlo.

Si escribir es un acto subversivo en contra del olvido, editar es la manera de asegurarse de que ese acto no muera en el intento. Un buen editor transforma lo que puede quedarse en una intención de idea en un poderoso acto de comunicación. Y en el proceso, te ve más al desnudo que el resto el mundo.


Photo by: Matthew Bellemare ©

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