Octubre, mes hermoso y festivo. Hoy les brooklynenses disfrutamos del cielo azul zafiro, intensa luz dorada, sol tibio, brisa fresca y gentes de ánimos apacibles y alegres.
Las parejas caminaban de la mano por las aceras cubiertas de hojas caídas, admirando los amarillos, ocres, naranjas y rojos de los olmos, robles y arces. Les colegiales conversaban con algarabía después de la jornada escolar. La niñez se disfrazó y jugó de acuerdo con su poder de fantasía, pues se acerca Halloween. Las casas ya están adornadas con calabazas talladas con figuras de todo tipo: gatos negros, brujas, calaveras, fantasmas, arañas peludas en sus telas.
Yo llevé un par de libros a un jardín cervecero y me pasé la tarde leyendo al sol, un poquito sobre la amistad (philia) según Aristóteles, un poquito sobre el amor (eros) según Safo de Lesbos, y un poquito sobre el jugar. Amistad, amor, juego: tríada esencial para el buen vivir, ejemplificada hoy por las actividades de les brooklynenses.
A toda esta vitalidad la matizaba una inefable belleza otoñal: hay que vivirla, sentirla en el cuerpo y las entrañas del ser, pues no se puede explicar.