El frío, por momentos, estuvo cruel hace una semana: -13 grados centígrados y vientos punzantes como flechas gélidas, al alba. Sin embargo empecé a percibir indicios de la primavera que anuncian su llegada. En la copa del árbol de magnolia del jardín detrás de mi apartamento vi los primeros botones glaucos y “peluditos” que en pocas semanas se abrirán en flores. Bordeando el Lago Prospect el miércoles por la mañana, de camino al campus de Brooklyn College, escuché los primeros trinos de un mirlo este año. En mi barrio aprecié la variedad melódica de un ruiseñor que cantaba en las ramas sin retoños de un cerezo. Y ayer sentí una caricia tibia del sol en mi rostro mientras caminaba por el cementerio Green-Wood, cuyas colinas aún estaban cubiertas de nieve. Brotes, trinos, caricias luminosas: se vislumbra la primavera.
Photo by: Kevin Dooley ©