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daniel campos
Photo by: Sol Robayo ©

Imaginar viajes en la Estación de Trenes al Atlántico

Hay viajes nostálgicos e imposibles que sólo se pueden realizar en la imaginación.

Después de solicitar una nueva cédula de identidad en el Tribunal Supremo de Elecciones en San José, atravesé el Parque Nacional de oeste a este, observando a las señoras, jóvenes colegiales y pensionados sentados en los poyos. Disfrutaban del sol brillante, la bóveda cian y el calorcito del verano.

Crucé la calle en diagonal noreste, hacia la antigua Estación de Trenes al Atlántico. Observé su arquitectura victoriana, recordatorio del capital inglés que financió la construcción de ferrocarriles del Valle Central al Pacífico y al Caribe y que originó la deuda externa costarricense.

Subí los escalones y entré al vestíbulo. Pensé que habría algún tren de mediodía a Heredia, donde pretendía almorzar con Marlene, mi hermana chilena. Pero en el café del vestíbulo apenas había cuatro personas: los dependientes de la misma cafetería que no tenían nada que hacer sino aguardar a los pasajeros del final de la tarde. Las boleterías de la estación estaban cerradas.

Descubrí que los trenes interurbanos solamente corren en horas pico de la mañana y de la tarde para transportar a trabajadores con horarios estándar. Para filósofos distraídos como yo, que quieren ir a mediodía a otra ciudad a almorzar con una amiga del alma, no hay trenes. Me reí de mi propia ignorancia urbana y llamé a mi hermana chilena para disculparme pues no llegaría a Heredia.

De pie sin saber qué hacer ni rumbo definido, observé la escultura de un Corazón de Jesús que bendecía el vestíbulo vacío, deseándole travesías bienaventuradas a los pasajeros ausentes.

Me quedé imaginando antiguos viajes en tren desde San José, a través de selvas y montañas, hasta el distante Puerto Limón en el Caribe. Son viajes que nunca hice, pues mi familia siempre viajó en tren al Pacífico pero nunca al Atlántico. Y son viajes que no podré hacer, pues ya el tren de pasajeros no llega hasta la costa. Sin embargo, son viajes que me complace imaginar pues llenan de encanto selvático y nostalgias inventadas una tarde cualquiera en San José.


Photo by: Sol Robayo ©

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