En su momento se dijo, no en la literatura, por supuesto, que la salvación del mundo sería la nueva era de la tecnología. Y puede que tal sentencia haya tenido validez, pero es hora de reconocer que caducó, porque hoy, a poco menos de los primeros veinte años del milenio de los bits, ya hay muchas cosas que no son necesarias gracias a la tecnología: ya no necesitamos tirar de la manija de nuestra maleta en el aeropuerto; sobran las agendas de papel; los recuerdos ya no se pierden; es posible viajar en el tiempo; no es necesario pagar por lo que ya no es de nadie; podemos leer las noticias del otro lado del mundo desde nuestro hogar; hay remedio para viajar mil kilómetros solo y pagándolo todo; se puede ir a la tienda de la esquina sin ir hasta la tienda de la esquina; estudiar en una universidad para ser un profesional; o ser un astronauta para poder ir hasta el espacio. Y curiosamente, todo esto puede hacerse gracias a la tecnología, que no sobre decirlo, porque nunca sobra decírselo a quien se lo pregunta sin preguntárselo a otro.
Hay muchas cosas que ya no son necesarias gracias a la tecnología, sí, pero hay otras tantas que ni con toda la tecnología del mundo podremos tener. Pero no soy quién para revelarlo, que de ello se encarguen los científicos más valientes y no los poetas menos eficaces. Eso sí, y por favor, espero que ojalá suceda antes de que las personas ya no sean necesarias gracias a la tecnología.
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