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Paola Maita
Photo Credits: Susanne Nilsson ©

Hyggelig

Toda persona políglota o bilingüe conoce la sensación de tener en la punta de la lengua la palabra perfecta para escribir algo en otro idioma, intentar describirlo en la lengua en la cual se está hablando y sentir que las palabras quedan cortas.

Ayer, después de una semana muy movida, me tropecé con hyggelig, una palabra en danés. Aunque no hablo el idioma nórdico, al leer su significado supe que en español no tenemos nada parecido. Tampoco encontré en mi cabeza una palabra similar en los otros idiomas que conozco, pero de pronto se convirtió en la definición perfecta de lo que viví el sábado pasado: la celebración de mi matrimonio.

No sé cuándo ocurrió, pero de pronto dejé de soñar con una boda blanca y pomposa como las que se acostumbran a hacer aquí en Venezuela. Todas las personas de mi familia tuvieron una de esas celebraciones con más de 100 invitados que duraban más de 5 horas, con grandes cantidades de comida, licor y música hasta que el cuerpo aguante.

Hasta cierto momento, esa fue mi meta, y luego no sé qué sucedió. ¿La edad? ¿La debacle económica? ¿La hiperinflación? ¿Ahondar en mi inconsciente en muchas sesiones de terapia? ¿Ver la película de Sex and The City demasiadas veces? ¿Todas las anteriores?

Me tomó poco más de 10 años que mi familia aceptase que no me casaría por la iglesia, pero no pude evitar la celebración pertinente a casarnos por civil. Confieso que fui opositora acérrima de la idea, más aún con el panorama de país que tenemos ahora, e incluso fui partidaria de postergar y luego cancelar la fiesta que originalmente tenía planeada.

Con la planificación ya deshecha y contemplando los planes de un futuro un poco más distante, ya la fiesta no estaba en mi cabeza, hasta que mi mamá decidió que la haríamos en una semana. Le dije que era una locura, que sería horrible… Pero sucedió y debo admitir que quedó bien. Viví el hyggelig, que no es más que el “sentirse cómodo en un lugar acogedor”. Entre las familias y los amigos, pudimos tener un pequeño oasis de felicidad para celebrar el amor, alejarnos un poco de la crisis local, del atentado en Barcelona (de donde es y vive la familia de mi esposo), de la constituyente (así, en minúsculas, porque no es legal)… Del todo que representa el caos. Entendí que en medio de los sistemas comunistas, guerras, hambre y enfermedades, las personas también se aman y se casan. Es responsabilidad de cada uno de nosotros buscar la oportunidad de hyggelig. Respirar y continuar viviendo.


Photo Credits: Susanne Nilsson ©

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