Me estaba esforzando mucho para no escribir sobre la invasión rusa en Ucrania.
Me estaba esforzando, pero se volvió muy difícil. Después de todo -y en pleno derecho- la vemos, oímos y leemos en todos lados.
Pero no esperen de mí un popurrí de opiniones y predicciones mal engrapadas sobre un tema del cual no solo no soy experto (aunque eso no me ha detenido en el pasado, para ser honesto) y del cual realmente desconozco incontables complejidades, realidades, variables y matices.
En esta oportunidad esperen de mí algo más responsable, voy mejor a hablar sobre mis deseos e ilusiones.
Los conflictos bélicos, que en su forma tradicional de un-joven-volándole-el rostro-a-otro-joven-de-un-disparo han estado en declive desde la segunda guerra mundial, evidentemente siguen sucediendo, pero son cada vez menos comunes y menos brutales, y como mínimo, son cada vez -objetivamente hablando- menos letales.
Sería una verdadera ilusión pensar que la humanidad, y especialmente los grupos que la lideran y manejan -y por supuesto manipulan- se transformaron en buenas personas de la noche a la mañana. Lo que sucedió fue un cambio en la forma en que las políticas globales operan, y no simplemente pasó; fue lentamente forzado a través de ensayos, errores y avances.
El triunfo de la democracia, la aparición de la civilización industrializada, una co-dependencia de comercio global, el internet, y por supuesto, la posibilidad de una catástrofe nuclear con el potencial de deshacer la civilización como la conocemos en cuestión de horas, son algunos de los hechos y razones por los que nosotros -la humanidad- ya no le quitamos el juguete a nuestro hermano a la fuerza, sino que mejor lo intentamos negociar… Ese es el caso para la mayoría de la humanidad…La mayoría del tiempo…Más o menos…
¿Pero y ahora con la paz rota? En medio de un conflicto bélico activo, yo solo deseo que todo termine en favor del pueblo ucraniano, sin la necesidad de desencadenar la tercera guerra mundial. ¿Es eso mucho pedir?
Deseo que este sea el último, más corto y menos letal conflicto bélico entre naciones que a la humanidad le toque sufrir.
No voy a desear el fin de las guerras solo porque invadir a una nación está moralmente mal, no se puede ser tan ingenuo.
Por eso deseo mejor que esta sea la confirmación final, de que matarnos y dispararnos -por entretenido y práctico que parece a algunos belicistas- simplemente no funciona; que es mal negocio, que es mala publicidad, que los costos son muy altos y las consecuencias muy profundas, que las batalla por el poder global han cambiado de eje de manera irrevocable, y que si quieres algo, así no vas a conseguirlo.
Deseo, cuando todo esto termine, sentir orgullo por la humanidad de la misma forma que un padre siente orgullo por su hijo; no por alcanzar algún tipo de perfección moral o de otro tipo, sino simplemente por haber logrado no ser un desastre total todo el tiempo, y quizás por haber logrado una distinción básica entre el mal y el bien.
Básicamente me conformo con que por una vez, la humanidad no me avergüence. ¿Es eso mucho pedir?
No tengo idea, pero supongo que lo averiguaremos.