Somos una revista independiente que sobrevive gracias a tu apoyo. ¿Quieres ser parte de este proyecto? ¡Bríndanos un café al mes!
Alexander Anchia

En honor de las cuatro maravillas del Aprendizaje Autodidacta

Estimado Lector, lo primero que debo hacer es aclararle que esto no se trata de un publi reportaje o un publi-editorial, si bien es cierto que comentaré cuatro distinguidas publicaciones, mi deseo es explicitar o apelar a la nostalgia de un pasado reciente.

Comenzaré por escribir lo que el diccionario de la DRAE define como autodidacta. Dícese de la persona que tiene la capacidad de instruirse por sí mismo.  Ahora le interpelo a usted, ¿cuándo era más fácil instruirse, hace treinta años con sólo libros o en estos tiempos en que basta el móvil o un tablet para escribir cualquier palabra, concepto y apelar a un motor de búsqueda?.

Los que defienden los tiempos modernos posiblemente dirán  que nunca antes se dispuso de tanta información digital y que es imposible no encontrar cualquier concepto del conocimiento humano del pasado, del presente y hasta tener una pre-definición de un posible hecho en el futuro. Que el conocimiento no sólo está al alcance de las personas, si no que obtenerlo es casi inmediato.

Pero bueno, en defensa de los que intentábamos formarnos hace años con las viejas enciclopedias de cualquier casa editorial, con cualquier libro sobre Ciencia, Arte, Ficción, Metafísica, Imaginería, Autoayuda, etc. hay que decir que esa búsqueda generaba más expectativa, más pasión y por tanto era más probable que se asumiera con mayor seriedad y que, el hecho de resbalar los dedos sobre las páginas de un nuevo libro que había llegado como regalo, era casi un ritual religioso. Hoy es impensable que un niño esté deseando la llegada de la Noche Buena del 24 de diciembre para abrir su nuevo regalo que es un compendio de libros de física y química y que ya el 25 ese niño se haya aprendido una hora del libro sobre mezclas, tabla periódica y otros tantos conocimientos. Pues ese niño fui yo al inicio de  la década de los años 80s, aparentemente hace muchos años, pero quizás, estimado lector, si usted pertenece a la llamada generación X que hoy andará entre los 40 y los 50 años, me comprenderá.

Tener un libro era todavía una novedad, era motivo de alegría; si bien, ya el cine y la televisión comenzaban a sustituir el conocimiento directo de los libros, un nuevo texto derivaba mágicamente en  un nuevo mundo entre las manos, nuevas posibilidades.

En los 80s había literatura para cualquier persona, desde los que querían simplemente ocupar su tiempo en un pasatiempo y buscaban en los quioscos las famosas historietas previas a los Comics como Memín, Condorito o el héroe latinoamericano Kalimán, hasta revistas con más contenido, y es en estas donde se detiene esta reflexión.

Ya desde ese tiempo en los supermercados se podía encontrar cada mes la nueva versión de las revistas Selecciones, Time, National Geographic y diré una Centroamericana que no era mensual si no que era anual, pero que desde noviembre se esperaba para leer sus peculiares recetas con medicinas naturales y la posición de los Planetas durante los meses del Año, me refiero al Anuario de Escuela para Todos.

Eran revistas que verdaderamente instruían al lector ávido de conocimiento y al mismo tiempo entretenían con su fotografía, que servía para reforzar lo que el escritor venía argumentando.  Selecciones comentaba sobre temas de ciencias, política, economía, actualidad. National Geographic sobre muchas Ciencias. En el caso de Escuela Para todos sobre distintos temas, y varias veces se cuenta que algunos remedios sirvieron para curar más de un mal, algún chiste alguna sonrisa habrá causado y así.  Time es más reciente, pero su visión política, de la actualidad mundial es indiscutible.

Así fueron surgiendo espacios de moda, deportes, muchos de ellos ya se extinguieron al igual que se extendieron las cámaras de kodak.

Pero las revistas antes citadas fueron un instrumento de formación para toda una generación que quizás no encontró en las aulas de Colegio  el agua viva del conocimiento que apagara su sed de saber y que quizás en estas revistas por su enfoque, por su temática, sí llegasen al fondo del saber.

Al igual que mis enciclopedias de ese tiempo: Combi, El Tesoro de la Juventud, la Quillet, Enciclopedia Salvat y otras tantas, estas revistas mencionadas fueron verdaderos mundos de conocimiento, espacios para las personas que calladamente buscaron sin las luminarias de la exposición, ampliar sus conocimientos y comprender mejor este vasto mundo.

Ojalá que a futuro los nuevos dispositivos electrónicos generen algún tipo de trivia, de reto, instituyan una nueva manera de generar conocimiento. Mi duda es que se llegue a un mundo en el cual todo parece estar dado y estar hecho, pero tengo la esperanza que se llegue a otro en el  cual se logre generar una ilusión, una sonrisa que se traduzca en un deseo y que las nuevas generaciones quieran formarse por sí mismas, que investiguen, sin esperar a que un profesor en el aula les exija un deber ni el momento en el cual deben enfrentar un examen o un quiz.


Photo Credits: Jan Murin

Hey you,
¿nos brindas un café?