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Historias del Bruc en cuatro partes y una coda

Crónicas sobre músicas, historia militar, seguridad y defensa
en el cuartel por excelencia de Barcelona

 Barcelona tiene un cuartel. En el cuartel los soldados pasan revista. La instrucción les prepara para servir.

Este cuartel tiene un nombre: Bruc, que interpela a la épica de una «batalla» ganada a los franceses en la guerra contra Napoleón.

Desde hace años, y sobre todo desde el inicio del «Procés» (el camino de Catalunya para la independencia del resto de España), el Bruc ha quedado como escondido, una burbuja castrense en medio de una ciudad cada vez más global.

Los artículos que aquí se ofrecen se publicaron en diversos medios y en diversos momentos. (No se han actualizado con la idea de preservar la frescura del día en el que se escribieron.)

El acuartelamiento del Bruc, el único de Barcelona, se mantiene intacto, con el mismo espíritu con el que se construyó hace casi cien años. 

Citando a la poeta Gabriela Mistral: «Hay una alegría del ser sano y la de ser justo, pero hay, / sobre todo, la hermosa, la inmensa alegría de servir».

I
María

Crónica sobre la música del cuartel del Bruc

La música, como la humedad, cala los huesos. Cuando eso ocurre, mueves los pies. Podría ser que estés bailando. La música, como el optimismo, puede entrometerse en los corazones, como un califa omeya, y gobernarlos. Ha sido asaltado por la música el cuartel del Bruc, el único acuartelamiento militar de Barcelona (avenida del Ejército, s/n, en el barrio de Pedralbes, en el distrito de Sarrià-Sant Gervasi). Asaltado atropelladamente. Inmisericordemente. Armoniosamente. La Música del Bruc ensaya en uno de los módulos de este castillo. Se atreve con María, de West Side Story (Robert Wise y Jerome Robbins, 1961). Será porque quien dirige es la capitana Eva María Folch Martínez, la primera y única mujer de las Fuerzas Armadas Españolas al mando de una batuta. La partitura de West Side Story, del compositor Leonard Bernstein, suena tan bien, tan alta, tan poéticamente esplendorosa, que se cuela en cada uno de los recovecos, en cada uno de los barracones y en cada uno de los 28 edificios, con sus terrazas ciegas y sus matacanes. Su tonada traspasa los muros que delimitan el perímetro, hasta oírse, casi, en el Camp Nou. La historia de amor entre María y Tony es la banda sonora de quienes hacen la guerra… y hacen el amor.

La capitana Eva María Folch (Alcàsser, València, 1973) es la María de West Side Story, una valenciana con el uniforme del Ejército de Tierra y con cerezas en lugar de ojos. «Tocamos bien, aunque no tengamos cuerdas», se excusa sin motivo, puesto que su «sección de música», es decir, la Unidad de Música de la Jefatura de la Inspección General del Ejército, en el Bruc, está derritiendo el ardor guerrero con el caluroso amor de sus propuestas (boleros de Luis Miguel, piezas de Mozart para cámara, sardanas…). «Vengo de una familia de agricultores, pero lo mío es la flauta y el flautín. Yo ya había tocado la flauta travesera en la Societat Musical Santa Cecília d’Alcàsser. Luego estudié en el Real Conservatorio de Música, en Madrid, y dirección de orquesta, ya que aspiraba a dirigir una de las 22 orquestas que tiene el Ejército. Quería tener proyección. Y quería buscar mi propio sustento y dejar de vivir de mis padres. Así que, cumplidos los 18 años, entré en el Ejército, y oposité a sargento en la Banda de Música Militar [la banda es un grupo que toca solo cornetas, tambores y, ocasionalmente, gaitas; la orquesta tiene instrumentos de cuerda, y las músicas militares, percusión y viento, ya que deben tocar marchando]», resume Eva María, cuya calidez genera una franca empatía, y que siente una predilección especial por el pianista judío y director de orquesta húngaro Georg Solti, el artista con más Grammys del mundo. «Estudié en la Escuela de Músicas Militares, en Madrid. Como flautista estuve destinada en las Islas Canarias. Y ya como directora de orquesta, estuve en Melilla, Sevilla y, desde hace año y medio, en Barcelona. Me estoy doctorando en pedagogía musical en la Universitat de Barcelona.» De ahí sus sorprendentes versiones para motivar a los más de cuarenta suboficiales que forman parte de la actual música del Bruc. Sin ir más lejos, ha interpretado a Chaikovski al son de las salvas de artillería: «Y West Side Story tiene una mezcla muy interesante de partes religiosas y sacras. El tiempo es algo muy serio: según cómo, puedes aburrir con una sonata de tempo allegro…».

La capitana, que monta una Harley y que frecuenta el Gran Teatre de Liceu, jamás se ha sentido rechazada o minusvalorada por ser mujer: «En el Ejército están claros los grados, las funciones están muy delimitadas. Me asombra cuando escucho en el telediario que las mujeres cobran menos que los hombres por según qué puestos. En el Ejército hay plena igualdad».

Eva María Foch, María, está casada con el sargento primero Jacobo Formoso, Tony, que pertenece al regimiento de montaña y que está acuartelado también en el Bruc.

«Mi pareja dice que es un calzonazos, pero que tiene excusa: yo soy capitana, soy directora y soy mujer.»

En la sala de ensayo del cuartel del Bruc, la capitana Eva María Folch ejecuta el María de West Side Story con una alianza de clarinetes, trompetas, platillos, oboes, saxofones, trombones, bombardinos, tubas y fliscornos.

The most beautiful sound I ever heard
All the beautiful sounds of the world in a single word
Maria

Los clarinetes casi se oyen desde el túnel subterráneo de la línea 9 del metro, que pasa a cincuenta metros por debajo del patio de armas y del portón de esta infraestructura militar («Todo por la Patria»). A sus pies se levanta una estatua del Timbaler del Bruc, con esta leyenda: «Los mandos y tropas de este acuartelamiento; las comarcas de Anoia y Bages, y la ciudad de Barcelona, a los héroes del Bruc».

Sobre el portón barrado y con garita de vigilancia, conectada con «la central del control de seguridad», se iza, a las ocho de la mañana, la bandera española. En el cuartel del Bruc, de unas cincuenta hectáreas, residen unos trescientos cincuenta militares, y trabajan alrededor de mil personas. En su día, los boinas verdes del Grupo de Operaciones Especiales tenían aquí su base.

I just met a girl named Maria

Las trompetas llegan a oídos del jefe del acuartelamiento, el teniente coronel Candela, guasón, que podría recordarnos a un personaje de los Simpson. Candela compara el Bruc con el castillo de Neuschwanstein, de Luis II de Babiera, El rey loco, y con el castillo de Walt Disney, que se inspira, precisamente, en el de Neuschwanstein, el más fotografiado de Alemania. «Además, los turistas vienen aquí creyendo que el Bruc, por su majestuosidad, es el auténtico Palau Reial de Pedralbes», se divierte.

Algo de simpática locura se le ha contagiado a este hombre, accesible, bonachón, cómplice: «¿Hacerme a mí una fotografía? Yo sin caballo no soy nada».

En el despacho del teniente coronel Candela se pueden contemplar las copias de los cuadros del pintor catalán Francesc Sans que recrean la campaña africana del general Prim (1814-1870). Y se pueden consultar los álbumes de fotos de los ingenieros que construyeron, para dos regimientos, «el cuartel de infantería de Pedralbes», en 1932: el teniente coronel Vicente Martorell y el capitán Vicente Martorell, padre e hijo, respectivamente.

En la torre del rey loco del Bruc, el reloj da las horas con maquinaria digital. «Buscamos un relojero en los anuncios del periódico, porque necesitábamos a algún experto que supiera arreglar estas piezas antiguas, como en la película La invención de Hugo [Martin Scorsese, 2012]. Cuando vino, cambió el mecanismo y puso uno digital, porque el que había ya no se aguantaba. Algún día lo donaremos a un museo», explica el teniente Yáñez, uno de los «capos» del lugar, que se despide del capitán Barroso con esta apergaminada fórmula protocolaria: «¿Ordena algo más, mi capitán?».

And suddenly that name
Will never be the same
To me
Maria

Los platillos se oyen desde la cantina del Bruc, que cuenta con billar, y que está ornamentada con fotografías paisajísticas de París y de Nueva York. En el dintel de la puerta, tres relojes, con la hora de Afganistán, Líbano y Barcelona; esta última, atrasada. En la televisión, arrinconada, se emite un programa de vídeos impactantes, de Mini Coopers de carreras que se estrellan contra las barandas de protección.

I just kissed a girl named Maria

Los oboes se oyen en la galería de tiro, prácticamente abandonada.

«Tenemos una mínima cartuchería: plomillos, munición neumática… Ahora las prácticas de tiro se hacen en Sant Climent Sescebes, en Girona», responden los reclutas.

«El jefe de la unidad será responsable de los ejercicios que se estén realizando», se lee en las normas de uso. En la galería de tiro, amortiguada por paneles fenólicos, se simulan los asaltos a las posiciones enemigas.

And suddenly I found
How wonderful a sound
Can be
Maria

Los saxofones se oyen desde la calle del Gran Capitán, en el Bruc, en la que se encuentra el Edificio B, donde se alojan las asociaciones cívico-militares de veteranos, más los reservistas.

En la calle, se instruyen en técnicas de combate los hombres del teniente coronel Gambín, del Batallón de Cazadores de Montaña. Probablemente, se preparan para la misión de la Fuerza Internacional de Asistencia a la Seguridad (ISAF), en Afganistán (Herat, Qala-e-Naw…). Son chicos (y alguna chica) veinteañeros, rapados prácticamente al cero, con botas militares marrones que se camuflan perfectamente en la arena. «¡Al suelo, ya! ¡Arriba! ¡Al suelo!… ¡No, no, no! ¡No quiero oír que golpee el arma en el suelo!», arenga el instructor, bregado en las emboscadas de los talibanes, y que empuña, como si fuera un bastón o el mando de un equipo HiFi con amplificadores y válvulas, los fusiles Pim Pam (G36E) de la firma alemana Heckler & Koch, que han sustituido a los viejos y anticuados Cetmes.

La veintena de soldados se ejercita en Pedralbes antes de marcharse a Afganistán. En el Edificio 104, una placa recuerda al cabo Romero Meneses, «primer caído en combate de las tropas de montaña en la operación R/A (Romeo/Alfa), en Badghis (Afganistán), el 1 de febrero del 2010».

Say it loud and there’s music playing
Say it soft and it’s almost like praying
Maria

Los trombones se oyen desde el rocódromo y desde el almacén de intendencia del cuartel, que recibe al soldado con una frase que podría haber dicho Horacio: «Aquí no puede acampar quien no sepa dar lo mejor de sí mismo».

I’ll never stop saying
Maria
Maria, Maria…
Maria

Los bombardinos se oyen desde el archivo «intermedio», con «cajas a granel». Lo gestiona el teniente Fores, de prodigiosa memoria: «Cuando una unidad se disuelve, nos mandan todos los documentos que tienen sobre ella, y esa información la clasificamos y la empaquetamos en cajas que, el día de mañana, irán a dormir al Archivo General Militar de Guadalajara, al Archivo General Militar de Segovia… Aquí tenemos 17.000 cajas con expedientes (por ejemplo, la caja número 86 contiene listados de Zaragoza). A ver, dime un año…», reta, y se desmadra por los pasillos, subido a las escaleras de tijera. Es del Barça, lo cual queda patente por los pósters de la entrada, con el equipo blaugrana de fútbol: «Gràcies, equip».

Say it loud and there’s music playing
Say it soft and it’s almost like praying
Maria

Las tubas se oyen desde la residencia de los mandos, «el alojamiento logístico» construido en 1969.

I’ll never stop saying
Maria

Los fliscornos se oyen desde la Biblioteca de Historia Militar, en el Bruc, cuyo bibliotecario en jefe es el teniente coronel Homedes, con vocación de humanista del Renacimiento. Sus ocho salas de consulta son de acceso público (previa autorización), y su horario es de nueve de la mañana a dos de la tarde. La biblioteca contiene casi treinta mil libros y más de dos mil mapas, sobre los que se interesan científicos e investigadores enfrascados en sus tesis doctorales. Los originales más valiosos pertenecen a los siglos XVII y XVIII, sobre armas, arquitectura, química, física, fortificación, geología, ferrocarriles, caballería, electrónica, ingeniería (Tratado de ingeniería militar, de W. Hoffmann, de 1940), NBQ (Nuclear-Bacteriológico-Químico), botánica, agricultura (Proyecto Ley de Montes, de Olazábal, de 1877)… «Es decir, temas eminentemente militares», revisa Homedes. También hay clasificadores de madera en los que se compartimentan las guerras más mortíferas del siglo XIX y XX: guerras carlistas, guerra franco-prusiana, etcétera. La Técnica del golpe de Estado, un ejemplar de Curzio Malaparte de 1928, anda medio suelto.

Pasados los estantes, en la pared del fondo de la biblioteca, el «Plano de los alrededores de la ciudad de Barcelona levantado por orden del Gobierno para la formación del proyecto del Ensanche», firmado de su puño y letra por el urbanista Ildefons Cerdà, en 1855. En el mapa, desplegado, de la mitad de tamaño del Guernica, de Picasso, se distinguen las baterías, los fuertes y las rondas de Barcelona. «En lo que hoy es el Moll de la Fusta, aquí –el teniente coronel Homedes se acerca al cristal que lo protege y señala con el dedo– había una muralla que daba al mar.»

The most beautiful sound I ever heard
Maria

El 27 de marzo, se proyecta West Side Story en la Filmoteca de Catalunya: «Celebrada adaptación del musical de Broadway que traslada la tragedia de Romeo y Julieta al enfrentamiento entre bandas en la zona del West Side de Nueva York. Del filme, galardonado con diez Oscars, destacan el trabajo coreográfico de Robbins y los títulos de crédito finales de Saul Bass».

En la sala de ensayo del cuartel del Bruc, este cartel: «Cierren la puerta si el aparato de aire acondicionado o de calefacción está en funcionamiento».

Aunque la puerta se cierre, las notas se escapan.

Es la fuerza del amor.

María.


Photos by: Marc Javierre-Kohan

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