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fabian soberon
Photo by: Francisco Barberis ©

Hasta que la memoria se apague

“Mi tía Rafaela era idéntica a mi papá. Tenía la misma cara. La tía Rafaela era mi papá con pelo largo”, dice mi madre riéndose.

Tengo fotos de mi abuelo, el padre de mi madre. Las busco. Las reviso una por una. Recorro con los ojos los rasgos de una cara. Veo las edades del hombre en las distintas poses de mi abuelo.

Como ocurre con los autorretratos de Rembrandt, se pueden ver las manías, los cambios en los rasgos y las modificaciones en el ánimo en la serie de fotos de una persona en la línea del tiempo.

Después de conformar mi álbum personal con las fotos de los ancestros, advierto que no tengo una imagen de la tía Rafaela. Entonces empiezo la operación de montaje. Con una felpa negra dibujo unos pelos largos en un papel blanco y los coloco en la foto de mi abuelo. ¿Será cierto que ella era la versión femenina de mi abuelo?

¿Qué es un rostro? Es lo que uno recuerda de una cara. Mi mamá recuerda el rostro de su tía como si fuera una parodia. Y de ese modo estará en mi memoria hasta que mi memoria se apague. Así será hasta que las luces de mi yo se apaguen sin que yo lo decida, así será hasta que todo se apague.


Photo by: Francisco Barberis ©

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