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fabian soberon
Photo Credits: Paul K ©

Hasta la muerte

Algunos dicen que está sola porque no soporta a los hombres. Pero yo creo que en el fondo no puede convivir con ellos. Es cierto que son insoportables con eso de la cama pero también hacen compañía. Yo, por ejemplo, vivo con mi esposo desde hace veinte años aunque no lo aguante. Pedro es un maniático. Ama a los autos y al fútbol más que a mí. No puede faltar a las reuniones con los amigos para ver el partido del domingo. Es un imbécil. Pero tomamos juntos el desayuno y a veces regamos las plantas. Me hace una caricia antes de dormir y me dio una hija tranquila y generosa.

Mi amiga dice que nunca quiso tener hijos. Yo creo que no es cierto. Cuando vamos por la calle se nota cómo mira a los chicos. Los sigue con los ojos como si los quisiera acariciar.

Marta es mi amiga desde la escuela. Solíamos conversar en el recreo y salíamos a comer en el bar de la esquina cuando éramos adolescentes.

El último novio que le conocí la dejó con los anillos comprados. El tipo era un hijo de puta. Después nos enteramos que tenía una vida paralela, con hijos, vacaciones, casa y todo. Pobre, Marta. Lloró durante meses hasta que resolvió encerrarse en la casa. La tuve que ir a rescatar. Estuvo con psicólogo pero no avanzó. El mejor consejero es el tiempo.

Me dijo una vez que ese novio volvía y le tocaba la puerta. Ella salía y no lo veía. Era obvio que le hacía de gusto. La provocaba. Era un sádico.

Al año siguiente me dijo, en un bar del centro, que había un hombre alto que la seguía. Según ella, la esperaba en la esquina de su casa y la invitaba a pasear por el parque, de noche, con la clara intención de tener sexo con ella. No era un violador, era un hombre normal, un poco sediento, nada más. Nunca logré identificar al tipo.

Cuando las cosas del pasado se hubieron calmado, se metió en la iglesia. Al principio Iba el fin de semana. Con el tiempo, aumentó las visitas. Se hizo amiga del cura y empezó a ayudarlo con los preparativos de la misa. Todo anduvo bien hasta que me contó que el curita la quiso tocar detrás del altar. A mí no me pareció raro ya que hay muchas historias de curas acosadores o necesitados de afecto. Por suerte yo tengo la solución en casa. No tengo que buscar afuera.

Marta se recluyó de nuevo. Le busqué pretendientes. Primero me dijo que ni loca y fue consecuente con eso y se internó en la pieza. Yo la visitaba todas las noches y leíamos juntas un libro y después veíamos televisión.

Alguien la llamó por teléfono. Imagino que habrá sido el pastor: se hizo asidua de la iglesia protestante; esa que está en Caballito. Y pasaron los meses hasta que me llamó por teléfono para contarme que el pastor o el hijo del pastor, no sé, la había derribado detrás de la puerta de entrada, un domingo a la noche, al finalizar el culto.

Mi esposo me pidió que disminuya las visitas a Marta. Aunque creo que tiene razón, me dio bronca que me obligara a dejar de ver a mi amiga. A fin de cuentas, Marta es la única que tengo desde chica.

La última vez estaba en la cama, con el control remoto en la mano. Tenía unas revistas tiradas en el piso, un conjunto de camisones colgados de una percha portátil y una guía de teléfonos. Había fabricado un cartón con una lista de teléfonos de urgencia. Policía, bomberos, hospital. Me dijo que era fundamental estar atenta a los ladrones y a los violadores. Con la mirada acuosa, me dijo que no aguantaba más.

Quizás mi esposo tenga razón. Quizás es bueno no ver a Marta por un tiempo.

Cada tanto me llama por teléfono. Si la atiende mi marido, cuelga. A mí me dice que la persiguen, que Dios está con ella en la pieza, que es el único que la puede cuidar. Le digo que consulte con un médico.

Ayer la llamé. Me dijo que se quedará en la pieza hasta la muerte.


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