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Paola Herrera
Photo Credits: Holly Lay ©

Happy New Year 2018

Si hablamos de comienzos, todos los días empezamos algo nuevo, tomamos decisiones, elegimos una nueva película, decidimos leer otro libro o conocer en retrospectiva a un poeta de nuestra generación. Los comienzos son caminos de todos los días, senderos que transitamos con flores entre las manos o púas de alambres en los pies, cuándo el miedo avizora en la esquina. Comenzar es una palabra bonita, de esas que te invitan a una cita, la cita de dejar todo atrás y partir desde un punto cero, aquella en la cual la escena final es un baile lento con la sonrisa más guapa del mundo.

Recuerdo haber comenzado tantas veces a edificar cosas nuevas, como aquella vez en la cual aprendí a hacer papiroflexia, algo que, luego, se convirtió durante meses en mi ocio preferido, o aquella otra donde comencé a leer el solfeo aunque sin nunca comprenderlo del todo. Se trata de eso: comenzar, no importa lo demás y una vez que emprendes ese camino lo de dar vuelta atrás, que sea solo una utopía.

Comenzar es depurar, es desechar una escultura porque no inspira y comenzar a crear otra, es escribir una poesía y botar versos rotos en el tacho de la basura más alejado de tu ciudad, es iniciar la carrera en tierras desconocidas con miedo a perderte, pero sin miedo a intentarlo. Comenzar no es solo finalizar un ciclo, un año, una meta, comenzar es volver a respirar un aire menos denso, más veraniego, un tanto desconcertante, pero espléndido. Empezar es como cambiar de ropa sin mudarse de piel. Comenzar es como mudarse de casa sin cambiarse de hogar.


Photo Credits: Holly Lay ©

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