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Guataca Nights NY

Guataca Nights NY: La selva invocada de Etno Ecléctico Trío

La selva es el espacio hecho fuentes, extensiones y ecos. Esta música recorre un misterio y su vibración mítica. Expresa el respeto que yace en los remos de una curiara o el tronco de un árbol que se hace flauta. ¿Es callada la naturaleza? ¿Lejos de la ciudad, se escapa del sonido? La respuesta es que ese silencio primigenio no existe. Basta con cerrar los ojos para que empiece a suceder. Este trío fusión, que presenta en la escena teclados, sintetizadores, percusiones, tambores y flautas, hace que Moby, Fatboy Slim y Vangelis, unan sus frecuencias con los cantos fluviales de las tribus indígenas venezolanas. La cadencia que invita a la lluvia y el beat que celebra sus pasos. La Guataca Nights NY número doce sorprendió a los presentes con una apuesta sonora híbrida entre el futurismo y la tradición estelar. Reclínense.

Dentro de los muchos apelativos que tiene Nueva York, está precisamente el de City, Gran Manzana y Gotham. A su vez otro, que roza el lugar común de cualquier capital global: jungla de concreto. Etno Ecléctico Trío, compuesto para esta noche por Carlos Conde en percusión, Enrique Rincón en flautas indígenas, tambores y sintetizadores, así como Sergio Faccio en teclados y violín, dejó colar su intención de “insertar” una selva en la selva. El mismo pulso que llevó a Rincón a escuchar con pasión a los percusionistas en las calles de Maracaibo, a buscar en sus tribus la razón de aquella música, puso en marcha un repertorio conceptual, complementado por imágenes proyectadas en dos paredes del local.

El concierto empezó con el arco de un violín rozando unos platillos metálicos. En breve, la torcedura de una especie de manguera ofreció un sonido tenue, acompasado con grabaciones del Amazonas. Se trataba de Kahunnya, que tuvo como protagonista el soplido de una flauta típica de los Wayú, una de las tribus indígenas del occidente de Venezuela. El vuelco cósmico empezaría con unas proyecciones estelares en Claro de Luna donde incorporaron un inmenso palo con caracoles amarrados, que responden a una percusión al ser agitados.

Los sintetizadores distorsionados acompañaron el sendero que abrían dos tenues maracas. Son muchísimos los instrumentos autóctonos que se aprecian en el escenario, todos hacen pensar en la transformación de la materia, en su elaboración tallada a miles de kilómetros de Manhattan. La proyección enriquece la pieza y en medio de la oscuridad, los tres músicos tienen sobre sus cuerpos y sus caras, las luces de miles de estrellas y nebulosas. Un cosmos entero que gravita y que causa la misma impresión en una tribu o en un bar.

Con el tema Las gupis, recibimos la introducción de que éstos son pequeños peces que crecen en la orilla del Lago de Maracaibo. La fuerza del cuero estirado alude a una percusión creciente, junto a los teclados. Las imágenes que vemos son las de unas especies de rayos marítimos y burbujas, el interior de ese mundo acuático atravesado de tuberías con combustible fósil y cableado. Suenan varias percusiones no convencionales y ante ellas, escucho a alguien susurrar a mi lado: ¿Cómo harán para viajar con esos tambores?

Para Ruwa, Carlos, Enrique y Sergio, empezaron con una vibración muy grave y unos ligeros golpes en sus pechos. Se trataba de la invocación de un ritual propio de las comunidades Piaroa. Está el sonido de pájaros y chicharras repercutiendo en nuestros oídos y de fondo, un Tepuy, esas montañas sagradas, marcadas por el choque de las placas tectónicas en la formación de América. La pieza que acabamos de escuchar suele ser ejecutada en reuniones de 30 personas, acotan desde el escenario los tres músicos. Un par de maracas tejidas fueron un curioso detalle que se quedó en la memoria, junto al uso de una pequeña flauta, especial para ese rito.

Venezuela tuvo a un potente músico y compositor, que imprimió una ola arrebatadora de rock progresivo y experimental: Vytas Brenner. Canchunchú Florido es el primero de los guiños que se hará al maestro que acompasó en esas tierras las teclas y sonidos (como de Yes) con toda la vanguardia europea en esas lides. El segundo sería Belleza y el tercero Ofrenda a Miguel, precisamente una “ofrenda” homónima a las obras de Brenner. 

Las tradiciones de la costa también surtieron el repertorio. Una proyección de Diablos Danzantes, además de ilustrar las bellas máscaras de demonios de cartón, dio entrada a Wanadi. El sonido de un goteo y la ilustración de unas ramas. Rincón tomó entre sus brazos un enorme palo de lluvia, cuya gracia consiste en que inclinado, permita en su interior el flujo de granos que recrean el sonido del agua. Hecho esto, se yergue con la coraza de un caracol rosado inmenso y sopla a través de él. Ese llamado contiene al mar y los golpes de tambor de Carlos Conde, a toda la tierra. El trance, que representa un llamado, es un tema inspirado por la mitología Yekuana y representa la bajada del cielo.

Euskal convocó el duelo entre varios de los tambores “chambangueles” y la “kaasha”, una reproducción local del redoblante español, cuyo sonido se asemeja a su propio nombre. La gama de maracas, que cambian de forma, textura y tamaño, se repartió hasta Alma libre. Una especie de lata atada a una cuerda, hermanada con el sintetizador, procuró un efecto de vuelo total, una suspensión de los espectadores hacia la propuesta del grupo. Como en cualquier incursión en nuevas tierras, partió de la duda. Sin duda no hay asombro. Watunna fue el ticket de vuelta a la ciudad, con un tambor indiscutible, urbano e imágenes del puente Rafael Urdaneta, en el estado Zulia.

La fusión es mucho más que un mero encuentro. En la fusión lo que era parte, se hace todo. Etno Ecléctico Trío reunió ese espíritu a través de su música, sus instrumentos y la no menos potente propuesta visual, necesaria para el viaje hacia una situación de naturaleza prístina. Con las referencias del Secret World de Peter Gabriel o Journey Through The Secret Life of Plants, quedó marcada en el trío, la voluntad de escuchar eso que creemos inanimado, mudo o pasivo: la tierra. Una jungla comulgó con otra en el corazón de concreto de la isla de Manhattan para esta Guataca.


Photo Credits: Kathy Boos Photography

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