Cuando una ciudad se descarga del pasado, empieza su historia. Nace un punto de quiebre que hace posible su narración posterior. En lo sucesivo, la emoción de sus luces, el vapor de sus aceras, el traqueteo del metro, pasan a conformar un imaginario que atravesará los mapas y los oídos en el futuro. Nueva York es todo eso y fruto de esa unión, ha construido sus columnas sonoras entre el jazz y la salsa, entre la Ópera y el beat frenético de una banda callejera.
Nueva York está atravesada por idiomas, razas y todas las ciudades que hay en ella. Sus escaleras y azoteas. Sus escenarios y barras. Ahora mismo, el aura de la ciudad se acerca ante un piano, un bajo, una trompeta. Una voz y detrás de ella, una mujer vestida de negro. Es Biella. Invocando el placer sonoro de las palabras jazz y blues. Susurrando al contraste de las mesas y las manos del sitio. Biella Da Costa sonando como suena Nueva York en sus recodos. Este concierto especial, el primero de las Guataca Nights que se hizo un sábado, encontró un Subrosa relajado y distendido, pero sobre todo ávido.
Linda Briceño, quien acompañará la orquesta desde el poder de su trompeta, hizo una pequeña introducción a la cantante, resaltando el honor que representaba para ella que tocaran juntas, siendo Da Costa una artista que Briceño conoce, ve y admira desde pequeña. El concierto también dará pie a otro encuentro de formación cercana: Valeria, la joven hija de Biella, la acompañará en un par de piezas desde el bajo eléctrico.
Luego de los respectivos ajustes de banda y tras un pequeño tema introductorio, la protagonista de esta Guataca se incorporó al escenario. Una tríada arrojó temas clásicos del standard de jazz y de un repertorio que suma en buena parte composiciones de Álvaro Falcón. El primer arrebato llegó con Lullabay of Birdland, de George Sherrin, un tema clásico cuya interpretación ha conocido el genio de Ella Fitzgerald y Stan Getz. El salto fue bastante repentino, Biella reconoce en su abordaje una fuerza distintiva. Su presencia en el escenario no agrede, pero no es pasiva. Esa manera de alargar la vocalización durante el tema “He really knoooows hoooow to cry” acompaña el swing un poco irónico que la canción presenta. Broadway y la mirada pícara de una cantante.
Háblame y Si me enamoro, ambos compuestos por Da Costa y Falcón, abren la ofrenda de su propia lectura con respecto a todas las influencias. El español, tan rico y vario, se presenta como una manifestación aún más cercana del sentir de estas canciones. Lo que en el blues puede ser un pesar, en Háblame encuentra la potencia del reclamo. Es una pieza que Da Costa suele incorporar a sus repertorios y que permite a la banda estallar al unísono, casi con rabia: “Háblame y dime que me quieres, háblame… tu mirada me dice tanto”, estribillo que llega para permitir a la trompeta de Briceño dibujar una silueta que anima a Biella acompañarla con sus hombros. Pablo Bencid marca un toque puntual en la batería y todos sonríen sobre el escenario. Si me enamoro, ofrece un estilo encendido, la batería no permite monotonías y el piano de Luis Perdomo tampoco. Tienes todo lo que me fascina, todo lo que me domina… paso la noche entera pensando en ti. Mimi Johns, en el contrabajo imprime una profundidad majestuosa, toca con los ojos cerrados.
La voz de Biella responde a una tradición. Más allá de las emociones que evoca, la tristeza, el amor, la celebración del encuentro, está el goce. La felicidad que el movimiento de sus cuerdas vocales le genera. Gesticula, inclina su cabeza, nos ofrece su cuello. Construye con una pronunciación clara, la delicia de una sílaba tras otra. Más allá de la confianza que le ofrece la experiencia en los escenarios y los estudios, me atrevo a comentar que siente la confianza de entonar las notas que responden a esta ciudad.
Biella comenta que el repertorio de esta noche lo armó junto a Luis Perdomo, quien por cierto, tomó el micrófono emocionado para comentar que con ella se sentía en familia. De hecho, recordó que tocó con Biella cuando tenía 18 años. Ambos quisieron incluir piezas con un matiz diferente, una concepción más libre: canciones con principio y final, pero libres para improvisaciones, cambios de forma.
The thrill is gone, que siempre nos recordará la sentida destreza de BB King, llegó para que en una atmósfera silente, seducida por la voz de Biella, su hija se incorporara al escenario: ¿Será que invitamos a Valeria? En una sola línea dentro del Subrosa, la voz limpia y sostenida, sobrevuela el lugar. Una técnica impecable hace que Da Costa se tome espacios dentro del tema para respirar y agradecer con sus manos y gestos, el momento que está viviendo. Así, con un tempo justo, vuelve y ataja la canción en su estribillo: You know I´m free, free now baby, I´m free from your spell.
Blues para Biella, de Álvaro Falcón, será el segundo tema en que la joven Valeria estará incorporada desde el bajo eléctrico y demostrando la afinidad por el arte que la rodea en casa. Movida, permite que Perdomo oscile con un buen ritmo sobre las teclas. Otro clásico sigue, siendo fiel a la pasión de la impronta “jazzística” que se quiso imprimir al repertorio. Una íntima y coqueta versión de Lush Life de Billy Strayhorn nos lleva con su monólogo de tedio: Now life is awful again. El bajo de Mimi Johns, una vez más, apunta desde la vibración hacia un sentimiento muy hondo, desnudo en la madera del instrumento.
Antes de cantar Alas rotas, tema de Biella y Álvaro Falcón, los músicos saludaron la presencia de otro gran músico y compositor venezolano que disfrutaba en silencio, con un pequeño sombrero, del concierto: Yordano Di Marzo, compositor de buena parte del repertorio romántico nacional y de la famosa “Por estas calles” cuyos ecos repercuten en la actualidad del país. La unión de la banda, apuntando al broche, sonó jovial y gozosa. Las manos de todos en sus instrumentos, la mirada de Biella puesta en quienes la observábamos.
El cierre maravilloso de esta noche fue Summertime con un vibrato esmerado y seductor que abrió el tema. La banda osciló brindando el brillo que la noche requería. Da Costa repasó su querencia por Billie Holliday, el blues, el estilo nocturno de Nueva York, y sus calles con columnas de vapor. Summertime, and the livin’ is easy, canta Biella mientras dobla su cadera y ladea la voz. Esta Guataca no contuvo el frenesí entre la cantante y la ciudad, entre su voz y los acordes históricos del jazz. Una vez más, la gran manzana supo de Biella, quien la abrazó con suavidad y entrega. Nos despedimos de ella, con el swing arropado de sus melodías, perdiendo entre un paso y el siguiente, la cuenta de los adoquines del Meatpacking District.
Photo Credits: Sophia Guida