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Atenas de Alajuela
Photo Credits: José Eugenio Gómez Rodríguez ©

Gozadera en el Salón Parroquial de Atenas

A veces te encontrás con escenas inusitadas que te inspiran una nueva visión de vida. Mi amiga taiwanesa Tsun Hui y yo andábamos explorando el centro de Atenas de Alajuela, después de haber caminado por el bosque municipal del cantón, cuando me encontré con una de esas sorpresas vitales.

Atravesamos el parque central, donde los lugareños conversaban sentados en los poyos bajo las palmeras imperiales. Entramos a la iglesia católica por la puerta principal. Una placa informaba que ese templo se consagró a San Rafael Arcángel en 1992, en conmemoración del «V Centenario de la Evangelización de América Latina».

“Sí, claro”, pensé, “aquí en Costa Rica no había indígenas—chorotegas, huetares, guaymíes o borucas, por ejemplo—sino latinoamericanos, y aquello no fue una conquista sino una evangelización”. Indignado, estaba a punto de buscar al cura o al sacristán o al monaguillo para reclamar el eufemismo histórico cuando, desde la nave principal, escuché un merengue. La gozadera cercana me sonaba mejor que la rezadera dentro de la iglesia. Entonces llamé a Tsun Hui y salimos por la puerta lateral a explorar esa fuente de alegría.

En el salón parroquial contiguo a la iglesia, a media tarde de un martes, descubrimos un baile para adultos mayores. ¡Y cómo lo gozaban los ancianos! Los señores vestían sombrero de ala ancha, camisa y pantalones vaqueros y botas de montar de cuero. Las señoras lucían vestidos frescos de colores vivaces y zapatos bajos. Las parejas se movían, se meneaban, brincaban, bailaban.  Un señor de unos noventa años, pequeñito y enjuto pero animado, vestido impecablemente de sombrero de cuero negro, camisa negra de bolsas blancas, jeans y botas, bailaba todas las piezas de merengue y bolero. Lo observé por largo rato. Me inspiró una nueva visión. Quiero ser como él: ¡bailar toda la vida y donde sea, hasta en un salón parroquial!


Photo Credits: José Eugenio Gómez Rodríguez ©

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