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giordano bruno
Photo by: Antonio Fassina ©

Giordano Bruno, y la libertad de pensamiento

Un libre pensador se asomó a este mundo en 1548, en Nola, cerca de Nápoles. Nació en el Renacimiento, y en su camino será astrónomo, filósofo, poeta. Luego de un largo trajinar, en 1591, recaló en Venecia, la ciudad de los canales. Allí el noble Giovanni Mocenigo le contrató para una cátedra privada, y para que le enseñará algún secreto mágico para dominar las mentes y acceder a una rápida sabiduría.

Bruno se negó. La revancha fue letal. Mocenigo lo denunció a la Inquisición veneciana. En ese ámbito inquisitorial, el pensador fue interrogado y torturado. Luego, fue liberado bajo un tendal de amenazas.

Pero la Inquisición de Roma lo reclamó.

Bruno ya era conocido por anteriores acusaciones de herejía. En 1592, fue arrestado en el Palacio del Santo Oficio, en el Vaticano. Varios años esperó hasta el juicio. Se le acusó de inmoralidad y herejía, bajo dos imputaciones fundamentales: su inaceptable afirmación de la existencia de muchos sistemas solares y muchos mundos.

El proceso fue dirigido por el cardenal Roberto Belarmino, el mismo que luego dirigiría el proceso inquisitorial contra Galileo Galilei.

Quizá obstinadamente, Bruno se reafirmó en sus ideas. A pesar de un largo y solitario encierro, el pensador napolitano no renunció a sus posiciones fundamentales. El papa Clemente VIII tuvo sus reparos. Sabía que condenar a Bruno a la pena máxima era convertirlo en mártir. Pero al superar el Papa estas vacilaciones iniciales, el Tribunal de la Inquisición leyó la sentencia el 8 de febrero de 1600: el librepensador era condenado a la hoguera. El papa Clemente VIII ordenó su entrega a la autoridad secular, la cual, en la práctica, ejecutaba las penas de los tribunales eclesiásticos.

La respuesta del Nolano a su veredicto fue: “tembláis más vosotros al anunciar la sentencia que yo al recibirla”.
Sus obras fueron quemadas en la plaza pública.

Durante la ocupación napoleónica de Venecia, a fines del siglo XVIII, se perdieron las actas del juicio. Bruno rechazó el crucifijo y murió como mártir. Generalmente, los sentenciados por la Inquisición primero eran muertos, y luego quemados. Pero en este caso el condenado no fue eximido de la meticulosa incineración de la carne; vivo, fue quemado en la pira mortal en el Campo de’ Fiori, Roma, el 17 de febrero del 1600.

¿Pero quién era realmente Giordano Bruno? ¿Cómo llegó a ser un peligro tan temido por la Iglesia y un problema considerable para la Inquisición?

En 1973, su vida inspiró una importante película, llamada justamente Giordano Bruno, de Giuliano Montalvo, con Gian Maria Volontè como Bruno, y Charlotte Rampling. Muy recomendable.

En 1565, a los 17 años, Bruno ingresó a la Orden de los dominicos. Estudió entonces filosofía aristotélica y el pensamiento escolástico de Santo Tomás. A los 28 años renunció a la Orden luego de sospechas de herejía en su contra. Inició entonces su vida de pensador itinerante. Pasó a la República de Calvino, en Suiza, de la que fue luego expulsado. En 1581 llegó a París, y enseñó en su Universidad bajo el reinado de Enrique III. En la ciudad a orillas del Sena, escribió La cena de cenizas.

En 1583, arribó a Londres, como secretario del embajador francés Michel de Castelnau. Conoció y departió con el famoso poeta Philip Sidney. Enseñó en Oxford. Esta es su época más fértil pues escribió El universo infinito y sus mundosSobre la causa, el principio y el uno; y Los furores heroicos, un diálogo platónico como camino hacia Dios por la sabiduría.

Pero volvamos al encuentro con Giovanni Mocenigo, a la traición y la entrega.

Durante el proceso de herejía a Giordano Bruno, sus acusadores elaboraron una lista de cargos en su contra: oposición a la fe católica y a sus ministros; negación de la Trinidad; rechazo de la divinidad de Jesús y, por tanto, de la encarnación; negación de la virginidad de María, la madre de dios; adhesión al sistema copernicano que negaba que la Tierra fuera el centro inmóvil del universo. Y en un estricto plano filosófico-teológico, la afirmación de que en Dios la materia y el espíritu se unen en la totalidad del mundo. Una posición panteísta, por la que Dios es la Naturaleza, y la Naturaleza es dios. Todo así es divino.

Y su afirmación de la existencia de muchos mundos era inaceptable también para el cristianismo oficial. Para Bruno, Dios, la causa, es infinito. Por lo tanto, sus efectos deben ser también infinitos. Dios no crea así un solo mundo, sino inacabables mundos. Por lo que «la creación divina, para ser perfecta y digna del Creador, debe contener todo lo que es posible, es decir, innumerables seres individuales, innumerables tierras, innumerables astros y soles…».

Alexander Koyré (1892-1964) fue un filósofo e historiador de la ciencia francés de origen ruso, y autor de la importante obra From the Closed World to the Infinite Universe, de 1957. Según Koyré, el universo infinito bruniano supuso el paso del universo esférico, finito y cerrado de la filosofía aristotélica-tomista, a la imagen moderna y abierta del mundo, al universo infinito sin fin, sin límite, sin la Tierra en el centro. En la nueva versión cosmológica que Bruno alentó, no hay lugar privilegiado en el universo.

Giordano Bruno es un ejemplo dramático del libre pensamiento. Pero su libre pensar no es sólo una puesta en escena de la lucidez intelectual, y de una serena y no dogmática contemplación de la vida. Su libre pensar es también coraje intelectual, una voluntad valiente de autodeterminación, un atreverse a pensar por sí mismo, parafraseando el lema kantiano del sapere aude («atrévete a pensar»).

Su actitud pensante es también intempestiva a la manera nietzscheana, un pensar en contra de la corriente oficial de valores y certezas de su tiempo. Y la actitud de libre pensar, en Bruno y cualquier otro, supone la decisión de asumir los costos o peligros por tal actitud personal y rebelde.

El pensar libre es fuente de ruptura y progreso. Es la actitud de quien, como Bruno, sacrificó su seguridad y bienestar por defender la libertad de pensamiento, aunque eso lo expusiera a la muerte, en un día de fuego y soledad.


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