Somos una revista independiente que sobrevive gracias a tu apoyo. ¿Quieres ser parte de este proyecto? ¡Bríndanos un café al mes!
Eunice Medrano Gamero
Photo Credits: josephinehd ©

Fuera del plan

¿Qué vas a hacer el domingo?, preguntó el hombre más guapo que estos ojos caribeños habían aceptado ver luego de vivir negada a cruzar palabras con los del otro género.

¡Verte, supongo!, respondí sin temor a Dios con una sonrisa del tamaño del río Orinoco.

Una de las cosas que más me ha tocado escuchar -luego del típico, ¿y tú no sospechaste que tu ex era así? – ha sido el popular “¿por qué no te buscas un novio?”.

De verdad la gente sigue creyendo que el amor se consigue a la vuelta de la esquina o lo compra en el abasto del portu, algo así como: “Señor, ¿tiene uno de +1,80 metro, blanco, con lentes, barba, que baile salsa y le guste Guaco?”. Ojalá fuese tan fácil.

Sinceramente, mi realidad no tiene nada que ver con el “Proyecto de Vida” que hice en sexto grado, cuando mi profesora Rosa -una mujer imponente que en ese momento decretó que yo llegaría muy lejos… y ahora vivo en Chile- nos encargó, con tan solo 12 años, que diseñáramos cómo sería nuestra vida.

Cero posibilidades de que yo hablara de divorcios o individualismos, crecí en la típica familia venezolana en la que sus papás tienen más de 40 años de casados, con conatos de divorcio sí, pero el amor y la comodidad que había entre mis padres superó los errores de mi papá y la capacidad de imponencia de mi mamá. Mi viejo se echa cuatro whiskys y te afirma que jamás habrá en el mundo una mujer como mi madre.

Entonces, tú creces viendo eso y dices: me caso, saco tres títulos y mínimo dos muchachitos. ¡Es el plan base!

Según esa tarea sería médico, me especializaría en Cardiología, me casaría con un tal Alejandro con quien tendría un bebé al que llamaríamos Mauricio y viviríamos en España.

– ¿Y el papá de tus hijos? ¿Se hablan, él se comunica con ellos? ¿Cómo haces para vivir así?, me inquirió una mujer sorprendida al saber que había emigrado sola con mis hijos y que mi ex seguía en Venezuela.

Viviendo, como cualquier mortal – respondí con aquel desdén, me aburre que la gente insista en la innecesidad de “meter casquillo”- y sí, hablan cuando pueden hablar, agregué.

Mis hijos son muy pequeños para entender esta realidad que les tocó vivir con su mamá, su máximo referente de paternidad es su abuelo, quien ha estado con ellos desde el principio y su papá siempre será su papá, ellos no tienen que conocer de rencores o sentimientos oscuros que ni siquiera su mamá siente.

Siempre lo respetarán, ya lo del cariño quedará en manos de su padre.

No era el plan, si bien ya había modificado la parte de la profesión cambiando la bata blanca y el estetoscopio por una libreta y un lápiz, el apartado de la familia feliz lo seguía manteniendo. Pero no pasó, esa irreverencia que me caracteriza -porque salir de la Violencia de Género es para algunos un acto irreverente- provocó que fuese la primera divorciada de mi familia, esa que rompe el silencio -con temor, no lo niego- y decide hacer un hogar y criar en solitario, cayendo en el adjetivo indeseado de “disfuncional”.

Imagínate tú, divorciarte para que te insistan en que te busques una pareja cuando apenas tus heridas están haciendo costra, ¡cuánta imprudencia!

Han pasado cuatro años desde que me separé de mi ex y dos desde que nos divorciamos -la concepción de mi hija menor se debe a un profundo acto de fe, calentura y poca autoestima-, en todo este tiempo he procurado cultivar el perdón, curar mis lesiones, reconocer patrones, recuperar mi confianza y aprender a estar sola… hasta el punto en el que dentro de todo este silencio absoluto me encontré y me enamoré de mí.

Ese día que amanecí amándome como si no hubiese mañana, pensé en que eso no me lo enseñaron en el colegio y que, a pesar de sí haberlo aprendido en casa, el amor propio se vio solapado por el éxito profesional, la realización en la vida, la familia, lo políticamente correcto… por ese ideal absurdo con el que muchos crecimos. Mi profesora Rosa no se detuvo a analizar lo descabellado de aquella planificación casi maquiavélica de mi vida.

Estudié en colegios católicos que se preocuparon más por decirme que no podía dejarme tocar mis partes bajas, en lugar de enseñarme que no debía permitir vejaciones, maltratos o golpes bajo ningún concepto, mucho menos esos que se justifican desde el amor… el silencio no me hace más cristiana, ni el sexo más pecadora.

Ya ha pasado tiempo, aprendí a convivir con mis cicatrices, me enamoré de mi nuevo estatus, dejé de preocuparme por las preguntas pendientes y todo se respondió solo. Con los años te das cuenta de que las caídas son necesarias, que estar en la oscuridad te hace apreciar los amaneceres y que, sin duda, siempre existirá quien quiera sentirse “Vivo” y bailar toda la noche contigo.

Por eso, si me estás leyendo no le creas, por favor, ¡olvídate de esa tarea de sexto grado!, de las presiones sociales y sal de esa tumba que te deja sin aire, sin fuerzas, sin vida. No, no será fácil, pero cuando te encuentres, libre, sin peso, serena y frente a ese hombre que te mueve el piso con todo y alfombras, sabrás que valió la pena.

Yo por lo pronto olvidé mi plan: soy periodista, divorciada, tengo dos hijos, vivo en Chile, sigo soltera y cuento mi historia “sin drama” para que sepas que sí se puede.

Ahora sí, me distraje un poco, ¿a qué hora nos vemos el domingo?


Photo Credits: josephinehd ©

Hey you,
¿nos brindas un café?