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Eduardo Vilades
Eduardo Vilades

Fluidos creativos de una mente perturbada 

El arte y el sexo son mi motor. Arte como creador de historias y sexo como instrumento de comunicación para conseguir esas historias. Cuando me levanto, vislumbro los títulos de crédito de la película de esa jornada. Suelen empezar como los de Charada, con una escena dramática que impacte al espectador, sin ningún tipo de aderezo, simplemente los actores en primer plano, con poco diálogo e iluminación tenue. Después, como en la película de Stanley Donen, una melodía pegadiza da paso a los nombres del elenco, que bajan de arriba abajo rodeados de luces de colores chillones. En lo que respecta al sexo, el culo de George Michael me transformó. Fue como un virus que empezó a crecer en el interior de mi estómago, una especie de larva que se iba haciendo más grande a medida que iba contemplando más traseros.  

El de George fue el primero, el que ocupaba el trono, pero la edad hizo que aumentase mi nivel de exigencia. En mi interior convivía un deseo sexual arrollador con una creatividad a prueba de bombas. Ese nivel de exigencia me llevó a vivir en varios países del mundo para comprobar las características de los diferentes tipos de hombres y poder opinar.  

En realidad, me consideraba una especie de antropólogo. Estudié periodismo y filología y, como me aburría, también dramaturgia. Desde hace muchos años me dedicó a la composición de textos. Trabajo para una productora que me encarga un guión de vez en cuando. Suelen ser composiciones con alto contenido erótico pero que tratan temas profundos al mismo tiempo. Siempre me dicen que lo que más les gusta de mis obras es que tienen la capacidad de que el lector se emocione y se desternille al mismo tiempo. Pasa lo mismo con el sexo, soy de quienes opina que el mayor éxtasis se consigue con alguien torpedeando tus entrañas como si estuviese de expedición en la Fosa de las Marianas y, a la vez, extrayendo de tu cerebro la masa gris.  

Que alguien te vacíe mientras declama versos de La Ilíada 

Mis obras son piezas muy zigzagueantes que pasan de la comedia al drama en un abrir y cerrar de ojos, un poco como la vida. Seamos sinceros, no trabajo para esa productora, es decir, no tengo contrato alguno, ni estoy asegurado, me pagan cuando les apetece y pueden pasarse cinco meses sin encargarme nada. En España, la cultura está absolutamente defenestrada. 

Para subsistir, conduzco un taxi. Un amigo de mis padres falsificó la licencia. De hecho, ni siquiera tengo carnet de conducir, pero en mi adolescencia aprendí a manejar un coche gracias a los videojuegos de uno de mis primos. También me ha ayudado ver Fast and furious parte 45. Mi padre es traficante de marihuana y mi madre regenta un burdel en la periferia de Madrid. Les deben muchos favores. A mi padre, porque proporciona material al Ministerio de Interior y la Casa Real. Con respecto a mi madre, si ella hablara caería Troya. Por sus aposentos han pasado jeques, ministros, reyes y economistas del Fondo Monetario Internacional.  

Mi terapeuta dice que tengo que dominar mi ninfomanía porque puede acarrearme problemas. Discrepo con ella. En los tiempos que corren, me da de comer y me siento muy orgulloso de mí mismo porque me permite nutrir cuerpo y mente.  

Tengo una mente para los negocios y un cuerpo para el pecado. ¿Hay algo de malo en eso?  

Siempre me ha encantado esta frase de “Armas de mujer” que Melanie Griffith suelta a un sorprendido Harrison Ford. Además, me debo a mi productora, por mucho que sea un poco inestable, y tengo que comer 

Afortunadamente, en el mundo homosexual las posibilidades de conocer hombres son muy amplias. Nada más levantarme, a la vez que elaboro el tráiler de la película de esa jornada, echo un vistazo a las aplicaciones que tengo instaladas en el móvil y los perfiles de Internet.  

Tengo de todo tipo: sadomaso, osos, adolescentes (mayores de edad, que no quiero problemas con la justicia, si bien ducharme con los presos comunes en el interior de una prisión de Guadalajara me motivaría bastante), saline (llaman así a quienes se meten inyecciones de suero salino en sus partes para hacerlas más grandes), macarras, cuero, abuelos, esclavos, amo.  

Esto se une al taxi.  

Generalmente hago la ruta que va desde el centro hasta la Cañada Real, la zona de yonkis. Al no tener licencia ni carnet, me da un poco de miedo que me pare la Policía. Tampoco pasaría nada porque si menciono el nombre de mi padre se cuadran estilo Patton y hacen la vista gorda pero, tal y como está el patio, prefiero no jugar con fuego. A los taxis que van a la Cañada Real no los para nadie.  

Jamás me apareo con mis clientes, en especial porque tengo un caché y paso de montármelo con drogadictos, soy más de contables, pero reconozco que me sirven como fuente de inspiración. El taxi me permite crear diariamente una obra de teatro diferente, al menos dotarla de armazón. Después, perfilo el texto a partir de los hombres que conozco en las aplicaciones. 

Exijo que haya un mínimo de conversación antes de quedar. Al fin y al cabo, me caracterizo por unir drama con comedia y no me interesa el “aquí te pillo aquí te mato”, salvo cuando estoy de vacaciones, pero en mi día a día tengo que poner unas normas. Soy muy profesional y digamos que estas aplicaciones son una extensión más de mi trabajo de guionista.  

Últimamente estoy contento porque estoy conociendo a gente muy sugerente. La cercanía del buen tiempo hace que haya más predisposición a establecer un primer contacto. Además, en los folletos turísticos que distribuyen en las agencias de viajes de Escandinavia y Alemania se ha puesto de moda la Cañada Real y muchos guiris me piden que les lleve en el taxi hasta esa parte de la ciudad. Les venden el rollo de que verán a un politoxicómano bebiendo sangría y cocinando una paella al ritmo de alguna canción de Lola Flores. Yo me callo y no les digo nada, aunque les incito a que hablen para obtener inspiración. Eso sí, les cobro diez veces más de lo estipulado. Son suecos, que se jodan. 

Lo que busco no es fácil. En la misma cita, requiero que el candidato me sorprenda con algo diferente, que me ofrezca un “no sé qué” con el que perfilar un buen guión que guste a mi productora y que encima me motive físicamente. Me interesa más lo primero porque los detalles sexuales, llegado el caso, y en función de la historia, puedo inventármelos. Conseguir un completo es muy difícil; la crisis se nota en todos los ámbitos.  

Si quieres hablar conmigo, no lo dudes y búscame. Suelo pararme con el taxi en Gran Vía esquina Marqués de Larios. No te preocupes a la hora de identificarme. Soy, de lejos, el más guapo y atractivo de todos los conductores de Madrid. Generalmente hay un barullo de gente alrededor de mi taxi, viandantes deseosos de tocarme, de hacerse una fotografía conmigo, conseguir un autógrafo o sentir mi aliento en su nuca. Algunas veces no me queda más remedio que salir del coche y hacer un paseíllo de punta a punta de la calle para tranquilizar a la turba. De hecho, las farmacias de la zona no dan abasto para dispensar valium y barbitúricos.  

Serás mi musa, lograrás que mis fantasías se materialicentu sexo se convertirá en mi motor y cuando gane un premio gracias a tu arte te haré inmortal y te follaré entre bambalinas con la megafonía pronunciando mi nombre a mil decibelios por segundo. 

En cuanto a las tarifas de la carrera en el taxi, tranquilo, llegaremos a un acuerdo… 689764445. 

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