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Daniel Campos
Photo Credits: paulapaardo ©

Flotar en el Pacífico de Puntarenas al Japón

Siento la arena húmeda bajo la planta de mis pies mientras contemplo al océano Pacífico frente a mí. Escucho su voz más tierna en el suave romper de pequeñas olas. Doy gracias a la Vida por haber llegado hasta acá. Para hacerlo, salimos juntos de San José sorteando el caos de su tránsito y descendimos de nuestro verde valle hacia la costa puntarenense por entre cerros cubiertos de bosque a lo largo del cañón del río Grande. Ya en la bajura, recorrimos la costanera al lado de fincas, el bosque tropical de Carara y pequeñas playas.

En Playa Herradura estacionamos bajo la sombra de un gigantesco higuerón. Mi papá se quedó sentado bajo la sombra de una palmera. Mi mamá caminó conmigo por la playa hacia la punta sur de la herradura. Cuando llegamos al primer peñón y la gran formación rocosa que se adentra en el mar y corta la playa, ella se devolvió a buscar a mi papá bajo su palmera.

Yo continué. Vadeé la marea pasando sobre las rocas y desemboqué en esta playita solitaria. Excepto por los cangrejos ermitaños que pasean por la arena, está desierta. Bastó caminar veinte minutos y aventurarme un poco para dejar atrás las decenas de bañistas en Herradura y encontrarme aquí, solo, frente a la inmensidad lapislázuli del océano que se encuentra, en la lejanía, con la enormidad celeste del cielo. En la medianía, el mar brilla con un tono turquesa y en la cercanía las olas levantan y revuelven la arena blanco hueso. El sol, benigno esta mañana, acaricia mi torso.

Sin pensarlo me adentro en las aguas tibias y juguetonas de este recoveco del gran océano. Entro con cautela, tanteando el fondo, pues hay piedras traicioneras que pueden cortarme el pie o hasta quebrarme el tobillo en la resaca del oleaje, aunque éste parezca suave. Apenas el agua es lo suficientemente profunda, sin embargo, me zambullo bajo las olas y salgo a la superficie más allá de donde se forman. Nado un poco más lejos y luego floto. Dejo que el mar me envuelva y me acurruque. No hay fuertes corrientes en esta pequeña bahía por lo que me abandono, me entrego, me dejo llevar por el vaivén de las aguas. ¡Cuántas veces he entrado solitario en el Pacífico para regalarle mis alegrías, dejarle mis tristezas, compartir mis esperanzas, desilusiones, deseos, dolores y amores, brindarle mis agradecimientos y salir de él en paz! En paz profunda, como aquella que le da su nombre a este océano.

Hoy me he adentrado en él sintiendo felicidad. No alegría, ni deleite pasajero, sino felicidad: esa que es plenitud de alma, mente y corazón. Los únicos testigos son el mar, el cielo, el sol y los cuatro pelícanos que sobrevuelan las olas y se zambullen. ¿Pescan o juegan? Pescan y juegan.

Floto de espalda con los brazos abiertos y el pecho al sol. Cierro los ojos y mi pensamiento divaga. De repente, como en una visión lorquiana, imagino lirios acuáticos que florecen en un estanque en el Japón. Este océano, el amor en estado líquido, une al istmo con las islas de asahi, el sol matinal. Mi felicidad flota por sus aguas hasta llegar a bañar aquellas lejanas y amadas costas.

En medio de tales divagaciones mi cuerpo me avisa que es hora de nadar hacia la playa. Lo hago con vigor. Salgo del mar. Camino hasta el límite de la playa con el cerro boscoso y me siento bajo la sombra de un gran almendro. Mi piel se seca poco a poco mientras la sal queda adherida a ella.

Un cangrejo ermitaño camina por la arena cargando en sus espaldas el caracolito que habita. Muevo el dedo gordo de mi pie izquierdo. El cangrejo Alejo se asusta y se esconde. Me quedo quieto. Después de una espera prudencial, Alejo sale de su casa y continúa su camino. Lo dejo andar en paz. Vuelvo a contemplar el relumbrante Pacífico e imaginar al Japón en la lejanía. Compongo dos poemas haikú en mi mente.

Libre cangrejo
ermitaño: su casa
lleva consigo.

 

Simple poeta
ermitaño: mi amor
llevo conmigo.

Luego me entrego a la quietud de pensamiento y sentimiento. Una vez más el añorado océano de mi infancia y juventud me ha bendecido con su paz. Estoy listo para la caminata de vuelta, al encuentro de mi gente.


Photo Credits: paulapaardo ©

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