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Florentino Díaz Ahumada
Florentino Díaz Ahumada

Florentino Díaz Ahumada: Eielson, matriz de creación poética

Lima, 1976. Florentino Díaz Ahumada estudió literatura, medicina tradicional oriental y maestría en escritura creativa. Formó parte del grupo poético Inmanencia. Ha publicado Transmutación de la ciudad y el alba de los cuerpos luminosos (2002) Evocaciones del Agua (2007), La revolución de los peces (2007); el libro-performance-instalación 28:versión1.0. (2013-2016); Oda a Berlín (2014); Virilio: ain´t no nature para una humana verdad (2016); Sobre la felicidad (2016); y el volumen de ensayos: Sobre el libro y lo poético (2017); asimismo, Ciudad Poética: una visión (2020). También realiza obras visuales y coreográficas a partir de textos poéticos. Ha formado parte de exposiciones en las ciudades de Arequipa, Lima y Quito. Actualmente se desempeña como Regidor Metropolitano en la Ciudad de Lima y Presidente de la Comisión de Educación y Cultura para la promoción y diseño de políticas culturales en dicha ciudad a través del desarrollo de su propuesta de una Ciudad Poética.

 

¿Por qué te enfocas en los últimos libros de J. E. Eielson, qué encuentras en ellos para tu propia matriz creativa?

Aquello que nos inspira emerge como una suerte de acontecimiento renovador. En el año 2003, me encontré con Sin Título, la edición de Pre-Textos, que reúne los poemas de Eielson escritos entre 1994 y 1998. Esa lectura significó adentrarme en las estancias de una sencillez brillante, un abordaje multisensorial de la cotidianeidad y, sobre todo, una experiencia de lo trascendente en la inmanencia de los seres -sus espacios- y lo que llamamos “cosas”. Ese libro desató en mí una epifanía de la realidad, un “satori” tejido en el centro mismo de nuestra percepción y en esa cualidad transparente y profundamente amorosa de nuestra consciencia como humanos. Como bien lo señala el autor de Canción y muerte de Rolando, en una hermosa entrevista con la poeta e investigadora mexicana Claudia Posadas, el arte se nos ofrece como consciencia, una preciosa luz, la esencia misma del misterioso y profundo proceso creador. Como en una escala cromática de Bach, la obra de este gran artista moviliza mi creación y mi ser artístico entre el silencio y la palabra, la acción y el gesto, la vacuidad y el color. Es un ir “entre destello y destello” como bien escribía en uno de sus poemas en Sin título.

 

¿Dónde crees que reside, por decirlo de una forma, ese centro o núcleo creativo que articula la obra de Eielson?

Es una pregunta compleja que invita a una reflexión de orden supra-racional. Es decir, enunciar o expresar el centro de una obra que, como un organismo, se ha estructurado, crecido y manifestado a semejanza de los procesos creadores propios de los organismos pluricelulares, implica una experiencia intelectual asistida por lo más alto de las dimensiones del ser. No he tocado aquellas estancias aún, tan solo ciertos atisbos, en sueños o en diálogos con otros colegas. Desde allí se me han manifestado algunas pistas de la primera semilla del gran “bosque Eielson”. Podría afirmar, en sintonía con tales resonancias, que la obra de este gran creador es una “meditación sobre el punto en desplazamiento” hasta configurar el espacio: una forma de vacuidad, cuya milagrosa “nada” permite la aparición de la línea, el lazo, el nudo, el movimiento, el color, la palabra. Entonces, yo percibo en su obra un ir y venir de dos procesos. Uno de condensación de lo invisible a lo visible y otro en un sentido opuesto (porque oposición y complementación son ejes claves en la construcción de su obra) donde la materialidad del sonido se hace espíritu y retorna a esa vacuidad sobre la que el autor de Reinos, parece abordar la experiencia de su ser en este mundo.

 

En el año 2014, un ensayo de tu autoría recibió una mención honrosa en un premio nacional. Su título es Divina búsqueda de nada: amor, humor y liberación en los últimos poemas de Jorge Eielson, ¿Qué ha pasado desde entonces en tu largo y constante camino de reconocimiento del sentir y saber interdisciplinario de esta matriz creativa que es el autor de Noche oscura del cuerpo (1989)?

Efectivamente, fue un libro que escribí entre los años 2005 y 2014, y que, aún no he publicado. Este año 2021, si todo confluye, espero mostrarlo a quienes deseen su lectura. Voy a sintetizar con suma brevedad la tesis de ese libro: Eielson encontró -o fue encontrado- por el humor de la vida, ese joie du vivre ya señalado por su maestro Taisen Deshimaru. Me refiero a ese “gozo de vivir” que le permitió ver aquello que nos une en la distancia, las conexiones entre lo grande y lo pequeño, el silencio y el sonido, la presencia y la ausencia. En definitiva, se encontró con el nudo de la realidad y también con su desnudez. En otras palabras, Eielson se iluminó. Creo que él testimonia, no solo en su arte visual, escrito, performático, sino en el arte del vivir, que logró ver con “ojos de mirar”, los asuntos de la vida y los sentires que acompañan la naturaleza de nuestro ser humano. Atisbar aquello, como bien lo señalan las grandes prácticas espirituales de todo el mundo, nos permite liberarnos de los sufrimientos y atavismos de la mente condicionada en la dualidad. En estos últimos meses, ya en tiempos de pandemia, he ido recuperando cada vez más la impronta mítica de la poesía eielsoniana. Es decir, las relaciones que plantean sus versos, a través de espacios como pueden ser el mar, una cafetera, la pantalla de una TV o la historia de una abuela arquetípica, como bien poetiza en Del absoluto Amor; o también aquella conmovedora y maravillosa elegía y oda a la amistad y la dignidad ante la vida en el poema sobre el artista sardo Michele Mulas. Volver a Eielson me confronta con una hondura del vivir: su deslumbramiento y su desgarro, pero sobre todo, la fortaleza de un corazón en gratitud profunda.

 

Narración del Poema (fragmento)

A Jorge Eielson

Su corazón, lo entendió mirando largamente el firmamento,
Era el de un mago,
Una cuerda vacía anudada al fuego,
Un recipiente oscuro enamorado de la luna.

A veces esta cuerda se hacía transparente,
Invisible,
Como el sonido dorado de un animal en el cielo,
Y otras veces flexible,
doblábase vuelta mundo,
Nudo o punto.

Y se posaba sobre la letra “i”
De cada respiro
Con su perenne acorde de melancolía y de fiesta.

No supo bien cuándo se presentó aquella imagen.
El hombre recibe su recuerdo más puro como una lluvia repentina
Y la carne que es alma y el alma que es el mismo espíritu
No se resisten a danzar.

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