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paola Maita
Photo Credits: Joe Mealltsworth

Feminismo en el microcosmo

Estaba en mi carro con una de mis amigas, cuando en medio de nuestra conversación sucedió esto:

─Hey, ese tipo está guapo.

─Tú estás casada─ me respondió mientras me miraba extrañada.

─Casada, pero no ciega. No es como si lo estuviese esperando en mi casa en pantaletas. Además, S. lo hace y yo no me molesto.

─Es diferente. Es hombre.

El comentario se deslizó en medio del tráfico con el mismo descaro que lo hacía el humo de los otros carros y el calor típico del mediodía en el trópico. Lo dejé pasar porque tratar de no pensar en el vapor sofocante exigía casi toda mi concentración en el momento, pero en la noche el comentario volvió para acecharme.

Hay quienes argumentan que la lucha feminista es un sinsentido, pero pienso que esas frases sueltas que se cuelan en las conversaciones cotidianas revelan que aún nos hace falta dimensionar y profundizar muchas cosas de las expectativas que se tienen sobre cada género; que además no sólo benefician a las mujeres, sino a los hombres, porque la idea no es convertir a las mujeres en criaturas omnipotentes que arrollen a todo aquel que está a su paso, sino en igualar las condiciones del terreno.

Sé que se lee como algo trillado, pero me horroriza pensar que aún hay mujeres jóvenes que piensen que algo es más válido hacerlo porque alguien es hombre. Cada quien puede tener los estándares que quiera, pero basar la diferencia en “él sí porque es hombre y ella no porque es mujer” es la parte que me aterra. Si su respuesta hubiese sido “es que ninguno de los dos debería hacerlo”, no habría discusión porque el asunto se trataría simplemente de perspectivas diferentes sobre la infidelidad, pero en realidad la esencia del asunto estaba en los “permisos que tiene un hombre”.

Es cierto que la suma de nuestras historias como humanidad, sociedades y familias, la tenemos inscrita en nuestro código genético y que en Latinoamérica particularmente pareciese que tenemos una predisposición ancestral hacia las desigualdades sociales, incluyendo la de género; pero creer que esto es algo que no se puede cambiar atenta contra los principios más esenciales de la evolución.

Claro que no podría haber cambiado todo el pensamiento de mi amiga sobre los roles de género en una sola conversación a 36ºC con una sensación térmica de las pailas del infierno, pero sí creo que los logros sociales se alcanzan con la misma estrategia que utiliza el agua para hacer una filtración: recorriendo invisiblemente el interior de las paredes por un tiempo, silenciosa, sin que sepamos que está allí, hasta que llega el momento en que se ha metido tanto en la estructura, que la colapsa y comienza a manar.

Sé que el movimiento feminismo tiene apenas poco más de 200 años, un tiempo corto en relación a los más de 2000 años que llevan las civilizaciones humanas practicando la desigualdad de género, y a pesar de que en esos dos siglos hemos avanzado bastante, quizás hasta más de lo que sus primeras vociferantes podrían haber esperado, aún el camino es arduo y la lucha sigue vigente. No todos los logros feministas suceden en protestas y juzgados, sino que también incluye el microcosmo de personas que nos rodean. Ninguna batalla es pequeña cuando los resultados a los que apuntamos son globales.


Photo Credits: Joe Mealltsworth

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