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FECIVE

Diasporas de ida y vuelta

Sábado, tres y media de la tarde. Tarde templada, agradable. Me acerco al café Velvet, en pleno corazón del barrio de Palermo, frente a la plaza Guadalupe. Sentada a una de las mesas de la acera, a pleno sol, está Paula Celestino Ayala. Debo poner cara de desconfiado y Paula se incorpora, acercándose a otra mesa que está a la sombra. Nos saludamos y me informa que Gastón Goldmann está llegando, viene en bicicleta. Cuando al rato Gastón llega, no lo hace montado en la bicicleta sino empujándola. Explica que pinchó la goma delantera y tuvo que caminar las últimas cuadras.

A Paula y Gastón los conocí hace algunas semanas, en la inauguración de FECIVE, una semana de cine venezolano que organizaron en Buenos Aires, durante la que se exhibieron en total 24 películas entre largos y cortos, de la producción más reciente. Además de las proyecciones, se organizaron charlas sobre diversos temas vinculados a la problemática del quehacer cinematográfico. La sala pertenecía al complejo multipantallas Abasto Hoyts, uno de los shoppings más concurridos de la ciudad. Gastón, director general del festival, y Paula, encargada de prensa y difusión, comparten una característica: ambos son hijos de matrimonios argentinos que, por diferentes razones, y en diferentes épocas, se radicaron en Venezuela.

Gastón estudió comunicación social, faltó a clases para asistir a todos los cursos y pasantías que pudo y así entró a la industria publicitaria y televisiva. Estudió guión en Argentina y España. Antes de dirigir fue guionista, editor, productor y asistente de dirección. Trabajó para varias de las casas productoras, agencias y clientes más importantes de la región.

Paula es hija del artista plástico Basilio Celestino, que desarrolló la última parte de su carrera en Caracas, antes de fallecer en 1976. Vivió en Caracas, Mar del Plata y Buenos Aires, donde estudió la Licenciatura en Relaciones Públicas, y trabaja en la especialidad de comunicación en el sector social.

Lo anterior significa que crecieron y se criaron en el país caribeño. Gastón regresó a Argentina hace cinco años, Paula hace unos cuantos más. Pero llevan a Venezuela en la sangre, en las tripas, en el alma. Y la creación y organización de este festival es la manera que encontraron para canalizar la necesidad de dar presencia y valor a esa etapa fundante de sus vidas. Para eso contaron, además, con la participación activa de un núcleo entusiasta de venezolanos que se han ido radicando en Argentina en años recientes, tanto en funciones organizativas del festival, como de voluntarios que colaboraron en diferentes aspectos del evento. El rasgo común de todos ellos es la juventud.

Dice Gastón: “Puedo hablar por los que estuvieron en FECIVE, no por la colectividad en general. Muchos son jóvenes (20 a 25 años) y se fueron porque no veían sostenible quedarse allá, ante todo por tema económico y seguridad, así no tuvieran condiciones óptimas para hacerlo. TODOS nuestros voluntarios estaban sobrecapacitados. Muchos venían de trabajar en medios, en eventos, en prensa, en RRPP, y acá hacen lo que pueden. Fue difícil filtrar para quedarnos con los mejores porque todos tenían buenos CVs. Algunos han tenido más suerte y han podido trabajar en lo que les gusta. El resto, lo común del que viene llegando: callcenters, tiendas, mesoner@s, etc.».

Conozco esta historia en primera persona. Formé parte de la diáspora argentina en Venezuela, donde viví entre 1977 y 2003. Alguna vez, en algún festival de cine, fui presentado como “venezolano-argentino”. El número que se manejaba en la colectividad era de 30 mil residentes. La diferencia más notable que noto entre esa diáspora y la de los venezolanos en Argentina, es que los argentinos residentes en Venezuela jamás lograron organizarse ni crear alguna estructura que los nucleara y difundiera valores y realidades dejadas atrás. Y el colmo, y a veces hasta motivo de burla, era que cuando queríamos bailar tango o comer carne a la parrilla, teníamos que caer en el Club Uruguayo. Una manera de volver a cruzar el charco, costumbre que en diversas épocas los argentinos solíamos practicar asiduamente.

El balance de FECIVE fue altamente positivo. Esta primera edición culminó con una significativa adhesión del público local. Porteños, venezolanos y otras colectividades radicadas en Buenos Aires se mostraron muy receptivos ante esta primera edición. 1.414 espectadores pudieron disfrutar del nuevo cine venezolano, fruto del apoyo indiscriminado del CNAC (Centro Nacional Autónomo de Cinematografía) y de su presidente, Juan Carlos Lossada. La selección se conformó en torno a la pluralidad y diversidad de miradas de los directores.

Los objetivos principales de FECIVE se cumplieron. La invitación a conocer la cultura venezolana a través de su cine y unir culturas captó la atención de los porteños, pero posiblemente lo más importante sea que se trató de un primer esfuerzo, coronado por el éxito, y que el entusiasmo y tesón demostrado por los organizadores permite augurar una continuidad que ojalá contagie a otras colectividades que se han ido radicando en Argentina en años recientes. El cine latinoamericano tiene una asignatura pendiente: a pesar de la comunidad idiomática, y de pasados históricos compartidos, nuestras películas no circulan fuera de las fronteras nacionales.


Photo Credits: FECIVE

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