NUEVA YORK: Mi madre cree que le tengo miedo al amor, yo creo que el amor me teme a mí. Si me vuelvo a enamorar como lo he hecho en el pasado se puede intoxicar. Por eso ahora amo por sorbos. Me enamoro con una sonrisa, con una canción, con un poema, con un talvez.
Durante la resaca emocional después de una separación que me dejó desgastada y agotada pensé que no volvería a amar jamás como quien no puede oler ni un trago más. Como buena adicta, en realidad sucedió lo contrario. Me la paso enamorada, atragantándome de ilusiones y soñando para evadir la realidad, una realidad en la que sigo optando por la soledad.
Salir, conocer y entablar relaciones en esta ciudad es complicado; primero porque nos la pasamos trabajando, es como si estar ocupado/a fuera una condición irrefutable para vivir aquí. Segundo, todos y todas aquí estamos de alguna manera torcidos mentalmente, no hay otra forma para explicar porqué seguimos aquí soportando inviernos, ansiedad e intensidades. Tercero, siempre creemos que vendrá algo mejor, por eso resistimos otro poquito, y eso incluye las relaciones. Así como todas y todos guardamos un boleto de avión abierto para volver a nuestros países también se vuelve costumbre dejar una ventana abierta para el amor en caso querramos volver a creer en él.
Una amiga opina que tengo pésimo gusto para elegir pareja, otra que le tengo miedo a la soledad y otra que estoy enamorada del amor. Las tres tienen razón y no tengo remedio, es una enfermedad que no se cura ni con doce pasos. Recién separada y consciente que técnicamente era mi segundo matrimonio fallido y que la justicia poética por las veces que quizás partí corazones ya había anunciado su sentencia, me tiré al vacío sin paracaídas y en el camino me encontré a algunos otros suicidas emocionales como yo.
Desde falsas promesas hasta obsesiones compulsivas pasando por depresivos, celebridades y amores a distancia. En realidad ningún intento ha terminado porque no se puede sembrar cuando no se tiene un jardín. Las macetas por grandes que parezcan llega un momento en que no dan mas de sí. El amor no se puede limitar a un recipiente pues sólo florece en libertad.
El día que un tipo con el que estaba saliendo me dijo que estaba confundido con respecto a su orientación sexual en lugar de llorar me puse a caminar tratando de encontrar un destino. Curiosamente era Otoño y ya todas las hojas estaban por el suelo, al igual que yo. Había perdido todo lo que tenía: mi matrimonio, un trabajo, la Universidad, el verano, el cuarto que rentaba, las certezas, a mi gata y ante todo, la esperanza. Aferrarme a una relación disfuncional era un mero acto de desesperación. Recorrí la ciudad desde Brooklyn hasta Manhattan desde las 6:30 am de la mañana que salí de su casa hasta las 7:00 pm sin parar de caminar. No encontré una sola flor viva y yo también me sentía muerta. Cuando mi amiga me encontró estaba como en un estado de shock. En realidad me dió mucho gusto por él, no era perderlo lo que me descompuso sino perder la convicción de que podía volver a amar, me había atrevido a creer que sería posible y el destino se volvió a burlar. Aquella situación me pareció extrema, ¿qué más faltaba por pasarme? Sorpresa, la vida nos sorprende siempre con más y lo sigue haciendo.
Tengo amores platónicos, son los que disfruto más, en realidad casi todos lo han sido. Me enamoro del proceso y ya sólo suspiro y soplo el resultado. El viento ha sido el mensajero de mis ganas y el fuego la razón de mis palabras. He sido capaz de crear y provocar las situaciones más intensas y poéticas porque en el fondo sé que son sólo escenas de una obra más grande que sigo escribiendo, la obra que lleva por nombre Vida.
Decidí probar un sitio en línea, no porque no conozca gente suficiente sino porque ninguna ha florecido en mi jardín y creí que debía conocer otras especies. Podría escribir un libro sobre los personajes que allí se encuentran. Es como un manicomio virtual y me incluyo entre los pacientes. Es una patética exposición de la soledad y son miles las almas perdidas que transitamos por allí.
Aunque al principio rechazaba la idea, ahora me parece un laboratorio antropológico fascinante. De alrededor de 500 mensajes que he recibido en unos meses, desde propuestas interesantes hasta las más extrañas, en realidad sólo he conocido a unas diez personas en total.
Las razones por las que nos encontramos allí son las mismas y las razones por las que no funciona también. Estamos intoxicados de amor y en lugar de afrontar la resaca nos volvemos a emborrachar.
Expongo mi vida personal porque a estas alturas de mi vida ya todo me da igual, porque en este mes todo el mundo habla del amor y nadie menciona el desamor. También porque se que así como a nadie le importa lo que me sucede también hay mucha gente que se siente igual y aunque ni consuela ni significa nada, al menos acompaña. Tal como en una resaca, da menos pena servirse ese otro trago para nivelar nuestro sistema en la mañana en compañía que en soledad. Quizás lo que necesitamos es un compañero/a con quien dejar el vicio, ese terrible y exquisito vicio de amar. Complicidad para abstenerse de falsas ideas que nos desgastan y ser verdaderamente libres sin libretos ni contratos, sólo acuerdos.
Como cualquier vicio, quizás hay que entender que el amor debe cortarse de raíz para curarse. Quizás algún día se pueda saber apreciar una compañía sin depender de ella, sin que la vida de una persona gire alrededor de la otra, sin que de miedo ni manipule, sin que distraiga ni absorba, porque a la larga después de la fiesta de ilusiones siempre llega la resaca.
Al igual que el cuerpo, el corazón también se debe limpiar y se puede aprender a vivir sin el amor. Eso, para quien le interese, a mí no. No peleo más contra mi propia necedad, prefiero mil resacas que me curaré con las cuchillas poéticas del sentir a una vida abstemia. Total, el drama también es un vicio y no se puede pelear con la genética. A ustedes que tienen más autocontrol espero que la última borrachera les haya dejado sonrisas y una resaca que todavía valga la pena recordar. Yo seguiré embriagándome de ilusiones, vomitando las malas compañías, saboreando la frescura de un encuentro, añejando los recuerdos, bailando los encuentros y aprendiendo las resacas. Salud!