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arturo serna
Photo by: Matthew Paul Argall ©

Escépticos (VII)

¿Se puede ser escéptico y místico?

Uno diría que no. Sin embargo, hay un sujeto que refuta nuestra presunción. En la ciudad de Atenas, vive en medio de las gallinas y las armas, el ciego Arvo Tiresias. El hombre es conocido en el barrio (al menos eso dice su perfil de Facebook) como el profanador de serpientes, como el violador del sentido común.

A la vez, es un hombre que ha tenido contacto con el todo. ¿A cuál todo se refiere? El universo.

El ciego Tiresias no es un personaje trágico. Es adivino y luchador. Se quemó la vista en una pelea con fuego. Dicen que lo hizo a propósito: se dejó incendiar los ojos para empezar a pensar. Es un cuento viejo: le pasó a Demócrito. Tiresias hace gala de su progenie asiática y ostenta esa tradición con orgullo. ¿Será posible que vea el futuro en el patio lleno de aves y estiércol?

No lo sabemos.

Tiresias es una hormiga del pensamiento y transita sus días entre la bosta de las gallinas. Y es feliz.


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