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arturo serna
Photo by: emilykneeter ©

Escépticos (V)

Peter Green parece un seudónimo. Lo entiendo. A veces es difícil aceptar la identidad personal en un mail dirigido a un desconocido. Además, la identidad es una cárcel. Puede llevar a engaño.

Le voy a llamar Pedro para evitar complicaciones lingüísticas. Pedro escribe una carta electrónica larga. Es lento y voraz. Se regodea en los adjetivos y en las aplicaciones de su teoría. Sin embargo, su formulación es simple: niega la posibilidad de que la sociedad prospere. Para Pedro toda forma social es un error y obliga al individuo no gregario a vestirse falsamente. En el final de su texto, sostiene que toda paráfrasis social es una forma inevitable de totalitarismo. Nadie está obligado a ser social. Pedro arguye que Aristóteles es el primero que corrompe a los hombres. No es Sócrates. Sócrates sigue la raíz de los pies descalzos (anticapitalista sin saberlo, Sócrates es el vaso vacío del despojamiento), de la soledad benéfica, del platillo dulce del sexo y de la autonomía. Para Pedro, guiado menos por Platón que por los estudios de los animales, Aristóteles lanza ese dardo que envenenará a los medievales y, con él, al futuro.

Su carta es muy clara: debemos quemar las estatuas de Aristóteles. En él está el inicio de la perdición.

Debo decir que Pedro es un poco ingenuo. El problema no es antiguo sino contemporáneo. Hoy las contaminaciones y los lazos sociales han adquirido nuevos rostros: las redes digitales y las máscaras gregarias nos convierten en lacras y payasos de las convenciones viles.

Con la quema de las estatuas no bastará. Creo que hace falta eliminar las reuniones fútiles ligadas al consumo o alejadas de un propósito mejor. Allí, en ese acto simple, empezará nuestra liberación.


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