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arturo serna
Photo by: Dan Zen ©

Escépticos (III)

Nuestra convocatoria empieza a dar sus frutos.

Desde Moscú se comunica Yuri Flechtner, mecánico. Yuri se ocupa de tareas ingenieriles en el taller de una fábrica en las afueras de la ciudad. Al promediar su texto, expresa su desacuerdo con la existencia de la universidad: sostiene que esta oxida y convierte en detritus todo lo que toca.

El planteo de Yuri no tiene nada de novedoso. Todos rechazamos la academia. Ese no es el problema principal. Según el moscovita la cuestión central es la tradición que se genera como dogma. En Rusia existe una forma –horma– de pensamiento ligada al misticismo y la religión. Se habla frecuentemente del espíritu eslavo. Yuri se opone a esto. Propone, en cambio, la creación de un escepticismo ruso con fuentes en una tradición inexistente. Su meta es romper con todo y fundar de nuevo el pensamiento fuera de la academia.

En su respuesta a la convocatoria, Yuri indica que su taller mecánico es un modesto móvil escéptico. Las herramientas, el ruido y el aceite constituyen un método materialista para destruir lo viejo y construir, si se puede, lo que sigue.

El hombre nuevo, dice Yuri repitiendo a un Nietzsche vanguardista, nace del golpe de martillo.

Estoy contento hoy. Yuri es desde ahora miembro de la futura sociedad secreta. Alguien podría argumentar: no puede ser secreto un grupo que es publicado en las redes. Se equivocan. Así como las redes difunden veneno también contribuyen a la difusión del incipiente y selecto club de escépticos.

Solicito: ustedes pinten las calles. Nosotros nos dedicaremos a borrar las líneas en las manos. El futuro empieza hoy.


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