Somos una revista independiente que sobrevive gracias a tu apoyo. ¿Quieres ser parte de este proyecto? ¡Bríndanos un café al mes!
ViceVersa Mag

Escena congelada

CALI: Me siento en una escena congelada, pero por un calor picante, que me ha secado el cabello en segundos.

Aquí todo es tan constante, que impresiona: los 18 pisos del edificio de la Gobernación del Valle, la plazoleta infestada de palomas, los curiosos mirándose unos a otros; algunos turistas felices no sé por qué, tomándose fotos; unos cuantos vendedores ambulantes y un par de niños aglomerando palomas en torno a un mísero poco de maíz que les brindan y que sus padres seguro compraron a algún desconocido.

De repente, una de aquellas aves me mira fijamente, con esos hermosos ojos color naranja.

Yo estoy sentada sobre el momento, sobre toda esta experiencia extrañamente mágica que estoy teniendo aquí, entre el olor a orina, el suave repicar de los timbales que toca un grupo callejero al otro lado de la calle y un gran pendón de protesta contra el gobernador, que alguien muy osado ha tendido sobre el piso frente al edificio.

“No lo quitan para no ser tan evidentes”, pienso porque todo lo que hace y no hace el gobierno, para mí, tiene doble intención. Es un pendón muy grande para correrlo y fingir que no pasó nada, y dice cosas muy puntuales y verídicas sobre el señor Ubeimar Delgado, como para desmentirlas.

Estoy sentada leyendo una entrevista que se hizo hace mucho tiempo a Luis Cano. Mi locación empezó pareciendo adecuada, pero una nube se ha movido para dejarme ver que no lo es y hacerme quedar como la loca de cabello esponjado y camiseta hippie, que lee un libro debajo del sol mas picante de Cali, en medio de la plazoleta de la Gobernación.

Las rodillas me arden, a pesar de que tengo jean. Leo y a ratos, miro alrededor para cerciorarme de que todo sigue tal cual; que todas esas personas son reales y no actúan; que, al igual que yo, simplemente viven esta maravillosa escena natural y urbana que nos envuelve en este momento.

De repente, siento miedo. Las palomas se han levantado todas al mismo tiempo y vuelan hacia mí.

No, no hacia mí. Los sentidos me han engañado, pensando que algo sobrenatural ocurría.

Las aves se han levantado y dan una vuelta en el cielo sobre la plazoleta. Ahora lo repiten, en perfecta coreografía. No entiendo bien por qué. Pienso que, tal vez, alguien les está lanzando maíz al aire.

Vuelvo abajo mi mirada. Un hombre le mira el trasero a una mujer que pasa. No obstante, le grita algo que no entiendo. Ella se ríe. Mi respuesta es mirarlo a los ojos. Su desfachatez me indigna. El se sorprende ante tanta peculiaridad. Quedo satisfecha, como si lo hubiera reprendido.

Hay muchos elementos en este espacio. Hay tantas vidas unidas aquí al azar: los de la fila del pasaporte, los que trabajan, los caminantes y yo, sentada en este muro, pienso: “Lastima que esté leyendo. Me muero por escribir esto”.


Photo Credits: Paul Chiorean

Hey you,
¿nos brindas un café?