NUEVA YORK: Cuando las luces del espectáculo se apagan, desaparece el personaje y entre las sombras de los bastidores surge la persona, sin maquillaje ni parlamentos aprendidos. Son esos los momentos durante los cuales podemos medir la profundidad, el espesor y la inteligencia del ser humano que dio vida a un personaje que nos hizo reír, llorar, que nos habló de vivencias comunes y de experiencias compartidas, aún sin conocernos.
Hay actores, presentadores, comediantes quienes viven prisioneros de las luces del espectáculo. Erika de la Vega no está entre ellos.
Presentadora, actriz, comediante, ha transitado por medios distintos, de la radio a la televisión, al teatro, con igual éxito, pero nunca dejó que ese éxito la alejara de una autocrítica que le ha permitido mejorar y crecer.
Erika no ha usado su belleza para salir adelante y hubiera podido hacerlo. Con su característica ironía nos confiesa:
– Yo vengo de un país que tuvo decenas de Miss Universo, Miss Mundo, etc. Mujeres bellísimas de 1,80 de altura y unas medidas perfectas 90-60-90. Nunca hubiera podido competir con ellas con mi estatura y mi peso. Siempre me sentí la hermanita gordita de todas. Entonces convertí eso en un chiste, lo que parecía una debilidad en una fortaleza.
Erika de la Vega, como todo buen humorista, ama reírse también de sí misma; pero en realidad, aún sin tener las medidas y la altura de las Reinas de belleza, es una mujer muy bella y hubiera podido abrirse un espacio en el mundo del espectáculo utilizando su imagen. Sin embargo, ha preferido transitar otro camino, quizás más largo e indudablemente más difícil, el de la creatividad y del humor.
– Siempre fui muy rebelde, iba en contra de los estereotipos. Al comienzo no me importaba verme bien, con tal que estuviera haciendo una mueca, un gesto que valiera la pena, ni me importaba estar elegante; prefería sentirme cómoda a la hora de tirarme en el piso, si fuera necesario. Con los años y la experiencia he ido cambiando y, aún manteniendo mi parte rebelde, entiendo más el medio. Sin embargo, sigue costándome mucho y aún hoy prefiero meterle más cabeza y más tiempo en un guión que en un secado de peluquería.
Sus comienzos fueron como publicista. Al poco tiempo, el conocido humorista y comediante Luis Chataing, intuyendo sus cualidades, la quiso a su lado en un programa radial titulado El monstruo de la mañana. El éxito no se hizo esperar y Erika, que sigue manteniendo intacto su afecto y agradecimiento a Chataing, ha pasado de la radio a la televisión donde, con el programa Erika Tipo 11, en formato late night show, ha ido conquistando un público siempre más amplio y fiel.
En Estados Unidos, por primera vez, ha dado vida a un stand up, mostrando una vez más su versatilidad y talento.
– Debo confesar que siempre le había tenido mucho respeto al stand up, me daba miedo a pesar de la experiencia acumulada durante mi programa de televisión en el cual tenía un monólogo diferente todas las noches. No es lo mismo grabar en televisión con todas las herramientas que te ofrece ese medio, a tener que hacerlo en un teatro, cara a cara con el público.
A pesar de su trayectoria y de su visibilidad pública, Erika de la Vega nos habla de la timidez que la acompaña desde que era una niña y luego una adolescente. Creció en una familia marcada más por la música que por el espectáculo. Su abuelo tocaba el clarinete en el Tropicana, mientras que su tío abuelo tocaba el saxofón. Erika también se dedicó un tiempo a la música, pero sabía que no era esa su verdadera pasión.
– Amo el espectáculo desde pequeña. Soy la segunda de la familia, mis padres trabajaban mucho y yo siempre fui muy independiente. Era una niña muy seria, no me reía nunca, a veces le digo a mi mamá que hoy me estoy riendo en retroactivo. Todo lo que no me reí de pequeña lo estoy recuperando ahora. Luego tuve una etapa en la cual me fui fijando en la televisión, usaba el cepillo como micrófono y en un summer camp, siguiendo los consejos de mi padre y mi pasión por el tenis, me metí en el grupo de los deportistas, pero luego me escapaba hacia el teatro y terminé como protagonista de la obra que montaron. La fascinación por el espectáculo seguía, aunque no sabía cómo compaginarla con mi profunda timidez.
El camino se lo facilita la radio. Allí encuentra las herramientas para dominar la timidez y Luis Chataing le permite ser ella misma, romper esquemas y saltarse los estereotipos. Cuando llega a la televisión ya se siente mucho más fuerte. Sin embargo, subir a un escenario de teatro, ver a las personas sentadas frente a ti, es otra cosa.
– Mientras estuve en Caracas busqué varias excusas para evitar el teatro. Decía siempre que no tenía tiempo para dedicarle, más aún después del nacimiento de mi hijo. Pero cuando tuve que emigrar, mi rutina, todo lo que venía haciendo hace años, se vio colapsado. Es lo normal, cambias de país y cambia toda tu vida. Ya tenía más tiempo a disposición y no había más excusas. Algunos de mis amigos hacían stand up desde hace tiempo, otros estaban empezando y para mí fue como un despertar. Supe que había llegado el momento de dar ese paso. Empecé a organizar todo el material que tenía; para Erika Tipo 11 había escrito más de doscientos monólogos sobre temas diferentes o iguales, pero vistos desde diversos puntos de vista. Por ejemplo, las relaciones. Las que viven los novios no son las mismas de una pareja recién casada, ni de una que lleva muchos años de matrimonio. Al ordenar mis monólogos, muchos quedaron afuera y otros nuevos fueron incorporándose. Luego pedí a César Muñoz -quien ha hecho stand up durante muchos años- que me asesorara con el guión, que me ayudara a darle forma a mis anécdotas para que tuvieran esa pincelada que requiere el stand up. Cuando me sentí lista, estrené en Miami, en una sala del teatro Trail de Coral Gables. Me quedé allí tres meses, presentando mi espectáculo todos los viernes y sábados. Fue un entrenamiento casi militar, muy importante para alejar el miedo que persistía. Temía que la gente no viniera. Me preguntaba “¿a quién le puede interesar lo que yo tenga que decir?» Ya no estaba en Venezuela con un público que me ha estado siguiendo desde hace muchos años.
Tras dominar sus miedos Erika de la Vega pudo enfrentar otros públicos en ciudades distintas.
– Supe en cierto momento que estaba preparada, el material me pertenecía y de hecho lo que presento ya no tiene nada que ver con mis primeros escritos.
¿A partir de cuáles pretextos armas un guión? ¿Cuáles son las cosas que te interesan a la hora de transformarlas en un espectáculo?
Mi inspiración surge de la cotidianidad. Trato de verle lo magnífico a lo cotidiano, de ponerle la lupa a ciertos aspectos del día a día que ya damos por descontados, que hacemos sin darnos cuenta, perpetuando acciones que son incómodas, que producen malestares que nunca expresamos. Por ejemplo, cuando los hombres le dan nalgaditas a una mujer mientras está haciendo sus oficios en la casa. A nadie le parece raro, porque forma parte de nuestra cotidianidad. Sin embargo a nosotras ese gesto nos desconcentra y no le hacemos lo mismo a los hombres. Me gusta descubrir esas mañas, esos hábitos que se dan por “normales” pero que en realidad no deberían serlo. Cuando toco esos temas siento la inmediata identificación del público.
Erika reflexiona un momento, luego se ríe y sigue:
Y no es una descarga contra los hombres, aunque mi esposo dice que es una víctima y paga por todos. Yo en cambio le contesto que es mi inspiración. Y de todas formas ha visto el show cantidad de veces y siempre se ríe.
¿Y ya dejaste de lado la sátira política?
Durante mucho tiempo estuve involucrada con la política, también por razones sentimentales. Hice mucha sátira política, pero llegó un momento en el cual dije “basta”. Quiero hacer algo diferente, siento que hay muchas otras cosas de las que podemos hablar, de las que necesitamos hablar, porque la política se ha vuelto un tema muy agobiante.
¿Tener que cambiar de país, de rutina, de vida, hasta qué punto te ha cambiado personal y profesionalmente?
Erika de la Vega hace una larga reflexión antes de hablar.
Tener que emigrar me ha modificado, me ha mostrado que no hay nada seguro en esta vida, que las cosas cambian y cambian cuando menos lo esperas. Ahora sé que hay que disfrutar cada momento, cada oportunidad que se presenta porque no sabes cuánto te va a durar. Cuando sales de tu país, te das cuenta que has estado trabajando tantos años pensando que te estabas asegurando un futuro y de repente ese futuro ya no existe, tu futuro es otro que no tiene forma, que tienes que volver a construir. Creo que esa sensación de inestabilidad, el entender que nada dura, me ha hecho ser más paciente, me ha enseñado a disfrutar más de las experiencias que me toca vivir y también a no apegarme a las cosas. Sé que van a terminar. Otro aspecto importante de este proceso de emigración es que me ha vuelto más humilde. Cuando sales de tu país, el éxito acumulado durante años desaparece y tienes que poner tu ego en un cuartico. Hay que dejarlo guardado para evitar que tome decisiones por ti, a sabiendas que eso no te llevaría a ninguna parte. No sé, hay mucha madurez en eso de emigrar, lo cual me choca porque siempre me encantó ser inmadura.
La risa, espontánea, rompe un momento de emoción, de dolor y de nostalgia, sentimientos que quedan irremediablemente pegados a la piel de quien emigra, por más tiempo que viva fuera de su país.
Hablemos de tu gira. Pronto estarás en Nueva York gracias a VAEX (Venezolanos Activos en el exterior), que está organizando tu espectáculo en esta ciudad. Nueva York es una plaza difícil para cualquier artista, y para ti es la última etapa de una larga gira. ¿Cómo te has sentido hasta el momento?
Estoy disfrutando mucho esta gira. Me está dando la oportunidad no solamente de reencontrarme con un público que no veía desde hace mucho tiempo, sino con otro nuevo. El teatro me permite ser como soy, sin las limitaciones que impone una pantalla de televisión. Soy yo plena y creativa y por eso lo disfruto tanto.
En la gira que Erika empezó el mes de julio se incluyen países como Panamá, , Santo Domingo, México, Venezuela, Canadá, Chile, Argentina y Estados Unidos. En Nueva York llegará el próximo 6 de octubre gracias a VAEX (Venezolanos Activos en el exterior), organización que tiene como misión promover el conocimiento cultural de Venezuela a través de actividades y festivales. Los promotores de VAEX están empeñados en difundir las tradiciones venezolanas, concientizar acerca de los problemas sociales de los venezolanos y preservar el patrimonio venezolano entre sus ciudadanos y el resto de la comunidad.
El primer país visitado por Erika de la Vega fue Panamá. En un teatro repleto, más de 600 personas la recibieron con calidez y entusiasmo. Erika lo recuerda con gran alegría. Y la emoción la embarga cuando nos habla de su tránsito por Venezuela.
– En mi país el teatro se llenó cada noche con más de mil personas. Es algo que me emociona profundamente. Pensar que la gente se ha permitido salir de sus casas para reírse y tomar un poco de aire conmigo, me conmovió mucho. Me siento profundamente agradecida.
¿Y cómo te preparas para Nueva York?
Con mucha emoción. Sé que allí encontraré a un público exigente, acostumbrado a tener lo mejor en el stand up y en el teatro en general. Sé que no me van a regalar una risa fácil y estoy dispuesta a ganarme a pulso a los espectadores que irán a verme.
No tenemos ninguna duda. Erika de la Vega hoy es una mujer mucho más centrada, segura, completa. La vida la ha hecho madurar, a su pesar, regalándole momentos amargos, pero también muchas alegrías. Entre ellas, a un esposo que la respalda y la acompaña y sobre todo a un hijo, Matías Ignacio, de 7 años, de quien habla con un orgullo que la ilumina toda, a pesar de que “ha ido dos veces a ver mis espectáculos y en ambas ocasiones se ha quedado dormido. Sé que mi stand up está escrito para un público adulto, pero a veces me pregunto: ¿será que tendré que cambiar algo para no ser aburrida?”