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bares neoyorkinos

… y el tequila para poner punto final

NUEVA YORK: Los mejores recuerdos de New York siempre empiezan o terminan en un bar. Advierto al lector que lo que viene a continuación es una oda al alcohol más no al alcoholismo, entendiendo así que una cosa es el placer y otra el vicio. Con el placer viene la alegría, y con la alegría viene el placer, entonces que todo los grandes momentos empiecen o terminen en un bar tiene sentido.

Esta es una ciudad de historias y de grandes cuenta cuentos, y las vapores etílicos tienen esa capacidad de desinhibir a la gente, de permitirles decir lo que en condiciones normales no dirían dejando salir una cara sociable que de día, sobria, la ciudad no tienen en iguales magnitudes.

Cerveza 1

No es temprano. No es temprano para estar en un bar. Pero si estuviera en la universidad sería tarde. El tiempo es relativo, y normalmente lo medimos por la hora de comer o la hora en la que es correcto tomarse un trago. Lo bueno de Nueva York es que está llena de comida y de bares, entonces es más sencillo llevar la hora. Son las 6:30 de la tarde. Buena hora para tomar. Estoy en Superfine, un bar de Dumbo donde siempre me encuentro con la gente de la universidad después de clases. Me acerco a la barra “Cheapest beer”. Así la pide la gente, y uno copia lo que ve. “This is my wife” me dice una señora que tengo sentada al lado. No sé que responderle. “We’ve been together for 26 years” continúa mientras su mujer me mira de reojo y se le ve en la mirada la sombra de un trago de más. “This is my wife and I met her in the West Village” llega mi cerveza y la interrumpe.

Cerveza 2,3 y 4

La mujer y su esposa se fueron hace un rato. Con ellas se fue la primera cerveza. Llegaron el resto de mis acompañantes y también una segunda cerveza. El bar se ve mejor y hay una sensación de culpa por no haber respondido a la mujer que me estaba presentando a la otra mujer que además era la compañera de su vida y que conoció en el West Village. Pero la culpa se va con la segunda cerveza. Y con la tercera llega una pregunta “I just saw a musician cleaning his saxophone with some panties. Is that weird?” Todos estuvimos de acuerdo en que el gesto se paseaba entre lo romántico y lo raro. Pedimos una cerveza más, que también se va y con ella empieza la música. “Ain’t no sunshine when she’s gone”

Gin & Tonic

A las 10 de la noche se cambia de trago. Acabamos de terminar el trimestre y hay algo que celebrar. Estamos en la KGB, un bar comunista en el East Village que a pesar de comunista acepta Visa y MasterCard. Tal vez ahí se conocieron las mujeres del otro bar. En la transferencia de un lugar al otro, nos cruzamos con dos hombres fumando crack en un banco, esa gente que en vez de morir de vieja muere de joven. Llegan los nuevos tragos y compartimos la experiencia. Todos estamos de acuerdo, el olor del crack es nauseabundo, pero uno de los presentes recuerda haberlo probado en algún momento oscuro de su vida y le cuesta hablar mal de su experiencia. Nos alegra que no haya terminado en algún banco de la calle y que comparta Gin Tonics con nosotros.

Tequila

A las historias hay que ponerles puntos finales. Y el tequila es el mejor de todos. Nos servimos una ronda y vemos entrar a un alma solitaria. Se sienta a nuestro lado en la barra. ”Cheapest beer” le pide al barman. “These are my friends” le digo. “We’ve been together for a year and we met in Dumbo”. El hombre se presenta “Hi, nice to meet you guys, my name is Ivan. This is weird but I just saw a guy cleaning his saxophone with panties”. Le compramos un trago y brindamos. A Ivan no lo volvimos a ver, pero después de esa noche todos queremos aprender a tocar el saxofón.

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