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Aleqs Garrigóz

Ensayo y Error: Él ahora es un boxeador famoso

Él tenía ya trece años; yo era menor. A esa edad, un par de años de diferencia puede significar mucho, muchísimo: la capacidad de sentir un orgasmo. Él hacía cosas que a mí me gustaban, cosas que ahora no recuerdo, pues ya no me importan. Y sus músculos eran repentinamente anchos; y su vientre, cuadrado. Sí: cuadrado.

No sabía lo que sentía por él cuando, disimuladamente, veía su pene de reojo en los baños de la escuela. ¿Una descarga eléctrica ligera? ¡Qué tonto soy a veces cuando hablo únicamente por hablar!

Bien. Quería simplemente que me lo enseñara estando erecto.

Yo cambié por él de compañías. Cambié mis shorts de algodón por pantalones de mezclilla. Mi nombre por un apodo sumamente insinuante. Y la estación de radio que escuchaba por grabaciones de rock frenético.

Y luego él me enseñó expresiones obscenas… ¡Por lo menos!

¿Qué por que escribo de él? No lo sé. Probablemente porque quiero. O quizá porque añoro esa edad, no dorada, sino blanca como el semen, en la que es enteramente posible que instinto sexual y amor sean la misma cosa.


Photo Credits: zeitfaenger.at

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