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Amparo Bojórquez
Photo Credits: Karen Cantú ©

En Polanco tu vida vale más

Entrar a uno de los barrios “ricos” de la Ciudad de México da lugar a este fenómeno, uno de que sólo puede experimentarse en una metrópoli con una brecha importante entre clases socioeconómicas.

Como la fina china dentro de la humilde vitrina de una abuela, la existencia de Polanco es memoria y testigo de la necedad humana de aislar lo caro en un pequeño punto, para mantenerlo alejado de la humildad que lo rodea.

Polanco es el México que se le enseñó al extranjero para cambiar el término de “tercer mundo” a “país en vías de desarrollo”. Las calles por las que se pasa para llegar se van embelleciendo de forma paulatina, por lo que el turista y ajeno se pueden ir acostumbrando al cambio conforme llegan en algún vehículo. Llegar en metro es otra historia, y podría provocar un shock cultural para el que desconoce. La entrada del metro, familiar, representa el único vínculo con la realidad de la mayoría de los mexicanos, que dejamos atrás al incursionar en esta colonia.

Las tiendas de cualquier tipo son caras, como se espera. La mayoría de los restaurantes más conocidos de México se encuentran dentro de esta zona, desde mexicana contemporánea hasta cortes argentinos, pasando por clásica británica. Brillantes recibidores de mármol son la entrada a complejos de apartamentos que (uno podría imaginar), poseen todos los lujos que los hacen ameritar rentas de hasta 15 mil pesos mensuales.

Polanco es lo chic, lo exclusivo, lo cosmopolita. Pero algo más importante: lo seguro.

Sin ser una zona turística o céntrica la acera está nivelada en su mayoría y es ancha, con postes protectores en las esquinas. El paso peatonal está bien marcado, y con semáforos incluso para los cruces pequeños. Afuera de muchos establecimientos hay elementos de seguridad privada y cámaras.

Los autos circulan despacio. Incluso la vegetación parece estar correctamente distribuida para evitar que los transeúntes locales se quemen mientras pasean al caniche.

Dentro del clima social que se vive en México últimamente, donde de una y otra parte del estrato social las acusaciones tanto de indiferencia clasista como de resentimiento se han intensificado, el acto de una vida segura se ha calificado como un privilegio.

Caminando por Polanco, sin temor a ser asaltada, en un amplio camellón donde la basura brilla por su ausencia, puedo contemplar a un hombre vendiendo flores. Su forma de vestir, de hablar y su tono de piel me indican que al caer la noche, su lugar de reposo no estará aquí sino allá, cualquier allá, donde tendrá que mirar a ambos lados de la calle antes de cruzar y guardará su cartera más cerca de su cuerpo. Privilegio quizá sea no vivir donde el miedo es la norma.


Photo Credits: Karen Cantú ©

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