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paola maita
Photo by: nik gaffney ©

En el borde del Universo

La palabra universo siempre me remite a lo infinito, eterno, inmenso, cósmico. Cuando hace unos días comienzo a pensar en el tamaño de la palabra, me asaltó una duda y preferí recurrir al diccionario. Efectivamente, la voz que me había dicho «la verdad es que cualquier cosa es un universo» tenía razón.

Sigo leyendo sobre el Universo, y no me tomó mucho tiempo toparme con artículos sobre Física Cuántica. Un titular me llama la atención. El artículo trata de una teoría publicada en el 2018 sobre la finitud del Universo. Al terminar de leerlo, me doy cuenta de que uno de mis adjetivos favoritos para describir el cosmos está errado.

Predecimos que nuestro universo, a gran escala, es razonablemente liso y globalmente finito. 

A pesar de no ser una conclusión cerrada, pareciese tener todos los números para ser cierta.

La misma voz que me hizo comenzar esta búsqueda, vuelve a murmurar desde el rincón de mi mente: “Si querías pensar que las personas y sus relaciones son Universos para poder decir que son infinitas de alguna manera… Creo que tienes que replantearte ciertas cosas”.

 


 

F. y yo ya tenemos unos 6 años siendo amigos. Nuestra relación a veces bucea en tales profundidades, que necesitamos tomarnos un tiempo. No solo compartimos confidencias, sino que nuestras vivencias suelen estar relacionadas especularmente. Lo que le pasa a uno, de alguna manera también le pasa al otro.

Hubo un momento en el que no supimos cómo manejar esto e implosionamos. Por 6 meses, pensé que a nuestro Universo se lo había devorado algún hoyo negro. Si bien es cierto que pudimos superar el bache y que hoy nuestra relación está en un buen punto, nunca olvidaré que por un momento le vi la cara al borde de nuestro Universo. Sentí miedo porque no quería saber qué había más allá y temía que la vida me diese un empujón que me lanzase al vacío.

 


 

Conozco a J. desde hace solo un par de meses. Lo que comenzó como conversaciones entre cervezas sobre trivialidades, ha pasado a ser confesiones sobre las cosas que realmente nos mueven.

Para el momento en el que comenzó a contarme la historia de su Universo con la última persona con la que estuvo, ya ese cosmos no existía. Aunque su tiempo se haya acabado, de esos finales no se sobrevive ileso.

Sé que no porque, sin importar que aparentemente en este momento yo no esté en medio de ninguna implosión o tan siquiera cerca viéndole la cara al abismo, mi experiencia y la historia de los que quiero me dice que no siempre tenemos la oportunidad de estar en el borde antes de ser arrojados al vacío.

 


 

La vida se le está poniendo interesante a M. Por un lado, está viendo el derrumbe de todo lo que ha estado construyendo en los últimos años. Por otro, hay personas que le brindan posibilidades con las cuales apenas soñaba. Son dos Universos colisionando: el nuevo y desconocido contra el que creyó estar construyendo para siempre.

Si el Universo puede ser finito y liso, ¿Quiénes somos nosotros para pensar que somos infinitos? ¿Cómo nos hemos atrevido a creer que nuestras relaciones pueden saltarse las leyes del espacio-tiempo?

La verdad es que todo puede acabarse. En este mismo momento, en medio de un tren lleno de gente, estoy segura que hay cientos de Universos-relaciones naciendo e implosionando al mismo tiempo. Quizás yo misma esté en el borde de uno de los míos y no me dé cuenta.

 


Photo by: nik gaffney ©

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