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paola maita
Photo by: Jack Wallsten ©

En caso de emergencia (II)

(…) En caso de despresurización de la cabina, se abrirá automáticamente un compartimiento sobre sus asientos que contiene máscaras de oxígeno. Tire de la suya, colóquela sobre su nariz y boca y respire con normalidad. Después, preste ayuda a quien pueda depender de usted.

Todos hemos escuchado estas instrucciones o parecidas cuando hemos abordado un vuelo. Son instrucciones que nos obligan a contactar con nuestro instinto más básico, el de supervivencia.

El verano pasado, fue V. quien me recordó que primero me colocase la máscara de oxígeno cuando la llamé llorando y confundida. Quería salir corriendo a ayudar a alguien muy querido sin estar segura de tener los recursos para hacerlo.

A pesar de que he trabajado mucho en ello, de vez en cuando necesito algún friendly reminder de mi terapeuta o de algún otro amigo que ha podido captar el concepto.

Estudiamos y trabajamos para resolver los problemas del otro. Ni siquiera los psicólogos estamos exentos de necesitar a otro psicólogo que nos ayude a ver los problemas. Aquello de “si no estoy bien yo, no puedo ayudar al otro”, que ahora sé que en un esquema lógico tiene sentido, es una idea que he tenido que elaborar muchísimo antes de poder incorporarla en mi forma de ver y entender el mundo.

Podría parecer estúpido en un principio que nos obliguen a escuchar a aquello que como especie nos ha hecho mantenernos a lo largo del tiempo. Aun así, nos lo recuerdan porque socialmente solemos construirnos alrededor de la idea de que ayudar al otro es lo primero porque es lo más altruista, y esto es lo que se supone que debemos perseguir en nuestra vida.

Eso de morir de amor o por el otro se lee hermoso en los poemas y las novelas, pero en la realidad atenta contra nosotros mismos como un cuchillo.

No te olvides de ponerte tú primero la mascarilla ha sido una de las mejores frases de self-care que me ha regalado V.


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