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Elena no olvida

A Elena Poniatowska no se le olvida nada; se acuerda de todo: fechas, nombres, lugares. ¿Cómo no recordaría entonces, a pie juntillas, todo lo que vio, escuchó y vivió el 2 de octubre, de 1968?

Justo hace ocho días la fui a ver a su casa en Chimalistac. Comimos rico, platicamos rico y a la hora del café vi con admiración sus pinturas al óleo, ejercicio que dice quitarle el estrés (seguramente en unos años valdrán una fortuna). Antes de despedirme le pedí sus reflexiones en torno de aquella terrible noche de la masacre de Tlaltelolco. Elena recordaba sobre todo lo sucedido al día siguiente, cuando llegó a la Plaza de las Tres Culturas a las siete de la mañana después de haber amamantado a su hijo Felipe, nacido cuatro meses antes. Lo primero con lo que se topó fue con los restos de una batalla campal: tanques de guerra, vidrios rotos, papelería destruida, sangre en los muros del edificio Chihuahua, puertas de elevadores perforadas por ráfagas de ametralladora y zapatos, muchos zapatos tirados en las zanjas entre los restos prehispánicos. A cincuenta años de distancia de aquella fecha de horror y muerte la cual nos sigue llenando de vergüenza a los mexicanos, Elena me hizo varias reflexiones.

«Yo creo que el triunfo tan avasallador de López Obrador tiene mucho que ver con el movimiento estudiantil de 1968. Si tú ves quiénes fueron sus votantes ahora, obviamente son los nietos o los hijos del 68. Todos buscan una salida porque sienten que después de 50 años ya sus abuelos, sobre todo, y sus papás sufrieron y ahora quieren otro México para ellos. El 68 fue como una olla express que explotó y luego la apagaron de inmediato, porque no hubo reacciones. Hubo gente, mucha gente, que ni siquiera sabía que habían matado a jóvenes en Tlaltelolco. El gobierno de Díaz Ordaz tenía tal miedo a que los estudiantes sabotearan los Juegos Olímpicos, por eso mandó al Ejército y a todos esos hombres de ‘guante blanco’. Pero los mandaron a una trampa. La gran periodista Oriana Fallaci dijo que había estado en Grecia y en Vietnam pero que jamás había visto que desde lo alto de unos edificios le tiraran con escopetas a una multitud que estaba encajonada. Y la prueba de ello es que todos llegaron a los hospitales con heridas en los glúteos, en el cuello y en la espalda. Hasta un deportista negro dijo, con su puño en alto, que ningunas Olimpiadas valían la muerte de un estudiante. Muchos corresponsales sacaron fotos en sus diarios. Después hubo un gran silencio».

Cuando Elena me platica todo lo anterior, su mirada azul se ensombrece. Era como si en esos momentos apareciera ante ella una película con todas estas escenas. No obstante por momentos se acuerda de cosas que le dan alegría.

«Finalmente, el 68 fue espléndido para los jóvenes porque por primera vez participaban y tomaban las calles. Sentían que la Ciudad de México era suya. Se sentían mexicanos con el derecho de protestar. Lo mismo sucedía con las mujeres estudiantes, sin embargo, en los movimientos de lucha en general, ellos siempre decían cosas como: ‘Compañera, compañera, ¿no nos trae un café? Ay, compañera, compañera, ¿no nos trae de comer?’. La que era un fenómeno en el movimiento era la hija de Valentín Campa, María Fernanda, de veras mis respetos. La noche de Tlatelolco fue el primer libro que se publicó del movimiento estudiantil de 68 con todas mis entrevistas a los presos políticos que hice en Lecumberri. Entraba sin grabadora ni papel ni nada. Cuando llegaba a mi casa escribía de todo lo que me acordaba. Entonces trabajaba en Novedades, pero no publicaron mis entrevistas. Después los estudiantes venían a verme a mi casa y me contaban todo, por eso junté tantas entrevistas que reuní en el libro. En un mes se vendieron tres ediciones, porque decían que iban a incautar el libro. Se publicó hasta que salió Díaz Ordaz. Se publicó en 1971. Me acuerdo de su enojo, cuando lo nombraron como embajador en España e insistía en decir que él había salvado a México. Hasta su rostro se le descomponía. Lo que es horrible es que haya ‘porros’ en la Universidad, son grupos que dañan, siempre ha habido ‘porros’, que son golpeadores profesionales, ellos quieren crearle un problema grave a Graue. Pero él lo ha manejado muy bien. La Universidad es lo mejor que hay en México. Tal vez ya no se podría dar otro 68. Pero allí está lo de Ayotzinapa. Desaparecer 43 chavos, de la noche a la mañana, es terrible. México se ha ido empeorando», dice Elena con el tono azul de sus ojos más gris que nunca.

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