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Aladar Temeshy
viceversa mag

El velorio

En la funeraria al lado del Puente República estaba Pablo muerto y la mosca. La funeraria además de estos dos participantes tenía diez sillas puestas pegadas a la pared  para los dolientes, una mesita flacuosa, aparte en la esquina con dos sillas que formaban la oficina de la gerencia  funeraria. Baño no había ya que los fallecidos no lo requerían. Los dolientes podían aliviarse por debajo del puente.

Pablo tenía solamente dos dolientes, su hermana María y Tocheto, un peón de pico y pala y, para qué necesitara más, sea  vivo o muerto. El sindicato de la construcción tampoco exigía más para un trabajador de la industria sindicalizada. La doliente, María su hermana, fregadora de ollas y platos en la cocina de un restaurante de cinco estrellas, vino con una vela hurtada de la mesa del comedor de lujo. Le trajo esta última y única atención a su único familiar ya muerto, al haber terminado con su trabajo exigido por el patrón y por las autoridades sanitarias. El doliente Tocheto, compañero en la industria de la construcción y amigo desde la juventud en el pueblo cercano del pantano y pretendiente de tumbar a María, llegó al abrir las puertas del piadoso establecimiento sin signos religiosos, para el horario del velorio. Su  nombre registrado en el pueblo era Tobías Eto, siendo el único que llevaba el nombre de Tobías, ya que no había registro de algún  San Tobías y, el padre párroco, cura culto de los santos escritos y confesor de pecados, lo ignoraba. La transformación del apellido heredado era también asunto del cura quien sabía latín. Además a quién le importaba que cómo se llamaba este borracho.

Tocheto vino del trabajo con la camisa impregnada de polvo de la tierra excavada. Era la única que tenía. María limpiaba los enceres de la cocina y del comedor tal como los inspectores exigían según normas para restaurantes y trabajadores en las cocinas y establecimientos similares. La revisión de los inspectores del personal relacionado con el manejo de la preparación de comida en restaurantes de estrella llegaba hasta las intimidades de las apetecibles servidoras. Interpretación de higiénica personal. Interpretación masculina. Fregar platos en un restaurante fino tenía sus demandas y exigencias. No así en las populares, no sindicalizadas afuera del interés de inspectores.    

El director de la funeraria sentado en su mesa de gerencia en la esquina, aseguró a los dolientes, que ya tiene los papeles exigidos y legalmente emitidos y aprobados por el seguro social previamente, así que mañana, cuando venga la camioneta el difunto será enterrado.  Afirmación sin detalles del lugar, ya que a nadie le importaba.  Bien, así que mañana cuando venga la camioneta para llevar el féretro, esto por supuesto depende del tráfico, el difunto ya estará en paz. María se excusó que no podrá venir cuando llegará la camioneta, tiene que trabajar. (A lo mejor el patrón le dará una olla extra de sobrados para aliviar su dolor por la pérdida de su hermano.) Aquí está la vela para Pablo, el fallecido. Tocheto estará en la zanja, le hubiera gustado excavar el hoyo para su amigo del pueblo.

El funerario les dijo que se vayan, ya que pasó la hora del velatorio y tiene que cerrar el establecimiento según las instrucciones del sindicato funeraria. Se fueron. El hombre de las honras apagó el único bombillo, dejando a Pablo en su caja de pino sobre el parapeto, catafalco – castrum doloris en funerarias de primera – y la mosca, vigilante piadoso, hasta que venga la  ya aprobada camioneta.   

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