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alejandra pultrone
Photo Credits: Laura de Marco ©

El telescopio (diálogos con Serna)

Alguna vez alguien tendrá que contar la historia de los parques, dijo mientras bebía el último sorbo de café. El bar ofrecía su escenografía clásica de un sábado por la tarde; Serna y yo sentados junto a la ventana y el sol atravesando inconmovible la tapa de mi cuaderno.

-A mí la única historia que me interesa es la del parque Rivadavia, le retruqué.

Me miró serio mientras agitaba la mano para escribir en el aire la cuenta. Salimos al frío tenue de la tarde.

-No olvide que una historia no puede ser escrita sin desentrañar muchas otras. La mayoría fueron olvidadas o reprimidas, sentenció.

Se fue rápido casi sin despedirse y dobló por la esquina del pasaje Balcarce, esquivando a un anciano que caminaba con bastón. Yo ya había aprendido después del encuentro fortuito en San Telmo, que nuestro diálogo se asentaba en una porción de mayéutica ciudadana y una dosis disimulada de poesía.

Esperé a que el semáforo me diera paso y crucé en la esquina de Doblas rumbo al Parque Rivadavia.

Pensé en Roberto Arlt caminando bajo los árboles aquella lejana tarde de lluvia que después impecablemente describió. Me pregunté cuál sería la historia secreta de ese momento.

Quizás Arlt iba al encuentro de su amigo Conrado Nalé Roxlo, quien solía vivir en un departamento, en el mismo edificio donde estaba el bar de las reuniones con Serna. Tal vez Roxlo lo esperaba mirándolo desde su famoso telescopio, el mismo con el que contemplaba las estrellas sobre la noche del parque. Jamás comprendí esa amistad. Dos escritores tan distintos, dos hombres diferentes reunidos por la literatura sí, pero… Serna siempre clavaba el aguijón de la duda.

La pelota me alcanzó y el chico pidió disculpas mientras yo se la arrojaba complaciente. La clase de zumba ya había comenzado, el parque estaba despierto y vivo mientras la tarde comenzaba su declinación. La nueva música invadía la memoria.

La sombra del viejo ombú se proyectaba exactamente sobre el banco donde la parejita de enamorados del relato de Arlt se abrazaba pese a la lluvia, más de setenta años atrás.

Serna ya estaría en el subterráneo entregado a sus cavilaciones.

Lo vi a Arlt correr por el parque para no mojarse, taparse la cabeza con el diario de la tarde. Lo vi a Nalé Roxlo desde el balcón, riéndose, yendo a buscar una toalla, dos pocillos de café y encender la radio.


Photo Credits: Laura de Marco ©

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