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paola maita
Photo by: Phillip Pessar ©

El segundo hogar

A S., por hacer las preguntas correctas

Migrar muchas veces representa tener que lidiar con toda suerte de papeles y requerimientos que deben coincidir perfectamente en sus caducidades. Un acta de matrimonio con cierto tiempo de haber sido expedida con un certificado de empadronamiento que tiene que tener otro tiempo, y que ambos lleguen antes de que pase el momento de pedir la prórroga del permiso de residencia. Toda una suerte de Tetris de temporalidades de administraciones locales y nacionales.

A la inquietud y pesadez que producen los trámites burocráticos, se le suma el temor que produce la idea de que quizás no se logre, y por tanto quizás tenga que volver o a estar ilegal o a perder mi trabajo actual. Es una combinación explosiva de miedos y tedio.

Lógicamente, es muy fácil pensar que lo próximo que debería hacer es volverse nacional del país donde reside para evitarse los papeles. Es uno de los argumentos que muchas personas suelen dar. La tranquilidad de poder estar en un país sin tener que renovar permisos y estar solicitando los documentos necesarios para ello parecería ser un argumento suficiente.

Hace un par de días, discutiendo el asunto con S., me hizo una pregunta para la cual ese argumento se quedaba corto. ¿Por qué quieres ser española?

Enseguida, mi cerebro se decantó por el razonamiento práctico de para poder estar segura y tranquila aquí en España, sin necesidad de tener que pensar en renovaciones. S. rápidamente me hizo ver que, si era solo por eso, podía quedarme siendo solo residente. Mi próxima renovación me concedería el tiempo suficiente para poder luego convertirme en residente permanente, tal como lo es G., una ecuatoriana que tiene más de 15 años en España y que no ha solicitado el hacerse española aún.

No, pedir una nacionalidad no solo es un motivo práctico de ahorrarse trámites y papeles. Hay algo más allá que me lleva a solicitarle a una Administración Pública que me reconozca como uno de los suyos.

No puedo evitar pensar que lo que me impulsa es la sensación de haber llegado a casa, de que no puedo cambiar el lugar donde nací, pero sí puedo sentir que pertenezco a otro sitio; entender que irse no solo es una posibilidad, sino que a veces es una necesidad hacerlo para encontrarse y que es posible hacerlo en un lugar lejano.

Para mí, hacerme nacional no es solamente tener un pasaporte que me permita moverme más fácil por una buena parte del mundo, o no tener que renovar un permiso de residencia más nunca. Hacerme nacional significa que he convertido este país en mi hogar elegido y que imagino una buena parte de mi vida aquí.

No sé si en la experiencia de las demás inmigrantes existe un momento preciso donde dicen he llegado a mi lugar; o si es un cúmulo de hechos que van haciendo un montoncito hasta que llega el día en el cual ven una montaña ante sus ojos, que les sorprende y dicen ¡Vaya! He construido mi hogar aquí sin darme cuenta. Yendo más lejos, no sé si sea algo susceptible a generalizaciones en la experiencia de migrar. Hasta ahora, sólo puedo afirmar que la pregunta de S. marcó el momento para mí en el cual me di cuenta de que he llegado a casa.


Photo by: Phillip Pessar ©

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