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Eduardo Escalante
Eduardo Escalante - viceversa magazine

El ritmo no es simétrico

He comenzado por este camino acariciando trompetas de jazz, ritmos de timbales y tambores de samba. Trato de levantar mi cara, un rasguño en la barba molesta. Desde el amanecer, los colibríes de garganta rubí han estado allí cautivados por los chismes de los árboles. Cada día asignamos los pasos que daremos, la respiración necesaria para alcanzar el punto trazado. Uno se sentirá orgulloso de cierto andar, pero es posible que también quiera ocultar algo. Cada día tiene sus grietas y no todo es posible, en medio de lágrimas y simpatías, de lo fugaz y lo perpetuo. Me pregunto: ¿con qué se contrasta el verde y cómo se interpreta el relato del viento y lo que se silencia? No todo es simetría, aunque uso un mismo pincel para cielo y pantano. Uno observa tanta frase comenzada y luego interrumpida, tanta puntuación sin texto. No todos hacen el mismo agujero hacia la muerte. Se puede dar cuenta de las hojas que se movieron, de las que terminaron su jornada o las que nunca existieron, y uno en medio de toda esa escena. Hay segundos en los que se requiere un bisturí para borrar un acto que permitiría tener un sentido distinto, pero no siempre es posible y se lleva en la espalda. La estructura de lo que sucede merece que nunca la descuidemos. Claro que hay que tener en cuenta: buscando el hilo, el diablo pone trampas, oído alerta. En especial, a los minutos sin ley ni astros. La verdad solitaria puede derrotar la esperanza. Es tarde, uno se sienta y a través de la ventana observa la despida del sol, en realidad, nuestra despedida. El otro día caminando en la ciudad entre banderas de colores y banderas de oración, divisé tres esvásticas negras sombreando la pared del teatro comunitario. Pero los pájaros no saben nada de esto, o si lo hacen, lo han sabido todo el tiempo. Mantengo el ojo vigilante levantando la taza de té por encima de la niebla. Que mi lápiz no escriba un lugar común ni palabra extraviada, no sirven para el deslizamiento hacia adelante. Si escribo que sea como una flor que mira cuidadosamente la luz del sol. Entonces, empezar con un salto, porque el caos puede ser el dios de una era que puede darnos vuelta los párpados.

Comienza la alarma matutina, pulsos en el cráneo buscan una manera de elevarse del entierro del sueño y sus conjuros nocturnos. Cuando los ojos se abren, un paso hacia adelante a través de paredes de agua. Nada se agita solamente el movimiento, pero ya no la sombra. Un aroma a castaño y un estilo de parecer que recuerda a una canción antigua, Sympathy for the Devil. Se camina haciendo un túnel a través del espacio, agarrando perchas y camisas colgadas, metiendo un brazo a través de una manga, un pie en un calcetín. Aunque podría significar que te tropieces con un zapato dejado por alguien con un horario diferente. Pero eso también será parte del contrapunto, a medida que el día continúa. A veces ocurre que cuando se ha adelantado los relojes, se sigue mirando la hora que quedó atrás. Entonces, las nubes se parecen a las fotografías enmohecidas de sueños rosados. Es muy posible caminar con el ritmo deshecho. El viento se convierte en acero. Fragmentos, los propios y los impuestos, se enrollan y se colocan en una cápsula del tiempo durante un año que nunca llegará. Mirados desde el cielo emergen, en algún momento caen, y cremados o enterrados, entonces, se disuelven en algo otro, tal vez a manera de extracto en un rescate primaveral, en un gran bosque sin niebla. Son segundos en los que se atrapa con asombro lo aleatorio desde de lo incompleto. Un susto y todos se arrastran a la derecha de pie con ropas mojadas y no agitan nada. Uno explora la memoria del día. El oleaje parece saber lo tenso y tenue, lo que crece de la misma raíz, el alga con sus diversas apariencias y la roca donde la deposita.


Fragmento del libro inédito: Parcialmente

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