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Face App
Photo by: Stock Catalog ©

El regreso de Face App

La historia es cíclica. Cuando comencé a ver en Instagram y en Twitter una avalancha de fotos de mis amigos convertidos en el sexo opuesto, pensé por un momento que se trataba de alguna ganga en la operación de cambio de sexo, pero me equivoqué. Se trataba del regreso triunfal de Face App, una aplicación que se hizo muy popular el año pasado y que era capaz de cambiarte completamente la apariencia sin necesidad de quedar en bancarrota pagándole la carrera universitaria a los hijos del cirujano plástico.

El año pasado cautivó al mundo gracias a que sus filtros nos respondían a la pregunta de cómo luciríamos con unos añitos de más. Que cómo es posible que tengamos el morbo de saber cómo nos veríamos de viejos, mientras nos gastamos toda la plata intentando permanecer lo más jóvenes posibles, es un misterio. Lo cierto es que muchos lo hicimos y todo era risas hasta el momento en que les pedimos a nuestras parejas que pasaran su foto por el filtro y nos dimos cuenta de que en verdad estábamos saliendo con nuestros padres.

Ahora la aplicación regresó para respondernos la pregunta de cómo luciríamos siendo del sexo contrario. Pero la respuesta dejó a muchos con más interrogantes. Hombres dudosos que descubrieron que su heterosexualidad depende de si ven, o no, a su amigo con peluca. Mujeres preguntándose si finalmente se dejan el bigote o se siguen depilando el bozo. Otros pensando en si es una especie de narcisismo moderno el hecho de querer cogerse a sí mismos después de verse transformados por el filtro. Y ni hablar del cortocircuito mental que tuvieron los misóginos que se aventuraron a probar la aplicación y terminaron amando su versión femenina.

Qué bajón ser un conservador radical, estar en contra de la comunidad transgénero y darte cuenta de que tú también naciste en el cuerpo equivocado, porque en verdad te ves mucho más atractivo como mujer. Qué dirán tus amigos la próxima vez que vayas a la reunión de conservadores anónimos con tus labios color de rubí, el cabello largo y un vestido pegado al cuerpo. Quizás te des cuenta de que en verdad nunca fueron tus amigos.

No obstante, todas estas dudas solo pueden devenir en algo positivo. Toda incertidumbre genera un estado de reflexión que posteriormente se convierte en nuevo conocimiento. Y este nuevo conocimiento se transforma en una certeza que podría ayudarnos a mejorar nuestras vidas. Así como ocurrió con el misógino ahora amante de las mujeres y con el conservador radical que ahora es un feliz transexual.

Me dirás que también está la certeza de que cada vez que pasamos una de nuestras imágenes por los filtros de la aplicación, los rusos nos están quitando nuestros datos y a Putin se le suma un año más de vida. Está bien, es verdad, pero es un precio que vale la pena pagar. Además, no tienes nada más que ofrecer que lo que Google ya te ha quitado. Pero eso es harina de otro costal.

De la certeza de la que hablo es que estoy convencido de que si los programadores de Face App agregan a la interfaz otros escenarios además del cambio de sexo y del aumento de la edad, podríamos predecir cómo nos veríamos bajo otros contextos y así tomar mejores decisiones.

Por ejemplo, si pudiéramos ver nuestro rostro luego de decirle sí al vicio del cigarrillo, seguramente abandonaríamos la idea de fumar; o si pudiéramos ver nuestra cuenta bancaria después de pasarla por el filtro del negocio piramidal, le diríamos que no a nuestro amigo trader fastidioso.

Incluso, si extrapolamos esta premisa a hechos del pasado, podríamos evitarnos grandes fiascos.  Imaginemos que hubiésemos podido usar Face App en 1998 para ver en lo que se convertiría Venezuela, seguramente le habríamos dado un poquito más de cámara a Irene Sáez. O, también, si una cuarentena atrás, hubiéramos visto una foto de la Tierra con un filtro de pandemia, posiblemente le habríamos ofrecido una crema de auyama al que se comió la sopa de murciélago.

Face App se convertiría en una herramienta poderosa, digna de ser llamada el oráculo de nuestro tiempo. Su determinismo sería mucho más exacto que el de la misma ciencia y predeciría mucho mejor que Adriana Azzi después de un viaje astral con una línea de Tang.

Pero, como comencé diciendo, la historia es cíclica. Así que nada de esto va a suceder y los rusos van a seguir usando la aplicación para robar datos personales, y volverán el año que viene con un nuevo filtro para transformarnos en mascotas y, así, por lo menos, sincerarnos de una vez por todas.


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