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paola maita
Photo by: Bill Benzon ©

El pulso

La señal inequívoca de que nuestro cuerpo ha muerto es la falta de pulsaciones. Como migrante, he aprendido a ir intentando cogerle el pulso a las relaciones que mantengo a distancia. Quizás no sean un ser vivo en el sentido literal de la palabra, pero lo que me une con otras personas definitivamente no es un algo estático e inerte.

También he tenido que aprender que no todas las relaciones las puedo salvar. Hay algunas que nacen condenadas, otras que cumplen su ciclo y otras que aún les queda algo más para los que estamos involucrados.


Vida

A pesar de los años, sigo viendo a M. en muchos aspectos de mi vida. Como si se tratase de alguna especie de oráculo que me dio un mensaje muy complejo que me ha tomado años descifrar -y que aún me quedan otros tantos más-; las palabras de M. a veces me asaltan de manera inesperada, y otras como una suave realización de por fin haber entendido alguna cosa que me dijo. No es gratis que ella me lleve casi 30 años de diferencia.

Hace unos 7 años, ella me anticipó algo que me está sucediendo hoy en día: En algún momento, iba a entender que no voy a lograr jamás concebir mi vida sin escribir o sin crear, y que me rendiría ante ello.

En aquel momento, intentaba negar de todas las maneras posibles que mi verdadera pasión en la vida se trataba de parirle ideas al mundo. Yo quería declarar mi pasión como muerta. Fue ella quien me dijo que estaba viva y que me acompañaría por muchísimo tiempo. Ella era más consciente que yo del pulso de mi pasión y su urgencia.

A pesar del tiempo, la distancia y lo esporádico que conversamos ahora, el corazón de mi relación con M. sigue latiendo con fuerza a través de las veces que me doy cuenta cuánta verdad encerraban aquellos comentarios que ella dejaba caer sobre la mesa de su cocina.


Punto crítico

El chat de mi familia en WhatsApp me genera sentimientos encontrados. Hay una parte de mí que sigue queriendo intentar pertenecer al clan de donde viene. Reconozco aquello que vive en mí que resuena con algunas fotos y mensajes que veo y leo. Esa parte le da respiración boca a boca a la idea de invertir tiempo y energía en mantener vivo lo que me une a ellos.

Otra parte ve la resucitación como una manera de alargar una agonía que tiene años sucediendo. Siempre supiste que eras diferente, me recuerda mientras ve aquellos mensajes o fotos con los que no conecto, los que me hacen pensar que mejor seguir intercalando más distancia emocional.

Veo la imagen desde lejos y sé que es un vínculo que está en un punto delicado. En algún momento, es algo que tiene que volver a respirar por sí mismo, sin auxilios de emergencia; o terminar de sucumbir ante el peso aplastante de las diferencias que nos separan.


Muerte

Nuestra relación nació en cuidados intensivos y murió allí. Con ella, con la cual muchas cosas soñé, no pasó ni la mitad. Sin embargo, por años me aferré al fantasma de lo que pudo haber sido, aquello que simplemente habían sido caprichos de mi imaginación. Intentaba creer que eso era suficiente para mantener viva la relación.

A pesar de que dejé de sentir el pulso de lo que vivimos pocos días después de la última vez que nos vimos, mi imaginación hacía intentos desesperados de mantener vivos los recuerdos e ilusiones. Quizás, si hacía un buen esfuerzo, había una manera de regresar todo aquello a la vida.

De haberlo logrado, quizás habría sido la primera persona en mantener una relación montada en el aire. Con el tiempo y sin ningún anuncio en especial, tuve la certeza de que todo aquello que quise con ella era imposible. Solo estaba el frío cadáver de lo breve que tuvimos.


Más allá

Un día, una de mis amigas y yo dejamos de hablar. Aún conservo cariño por los momentos que compartimos antes de la pandemia. Sin embargo, hace mucho que acepté que esa amistad ya nos dio todo lo que tenía que darnos.

Lo que me unía a ella habita en el lugar amable de todo aquello que he vivido, pero que ya no volverá a ser terrenal. Aunque no tenga el poder de adivinar el futuro, sí puedo ser capaz de reconocer una relación que ya pasó a mejor vida.

Fue un final paulatino y amable. No hubo peleas, ni malas intenciones. Simplemente llegó el día en el que dejamos de compartir cosas y cada una siguió su camino.


Photo by: Bill Benzon ©

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