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El portal del sr. R.

MADRID: El sr. R. era uno de esos distinguidos ciudadanos a los que la élite del país ponían como ejemplo del éxito. Fue banquero y político en su propio país, y también mandó en el extranjero. Desde donde decía a todos como debían organizar sus economías. Mientras él ahorraba un buen dinero para su jubilación en Suiza, su propio país se iba hundiendo poco a poco en una larga crisis económica. Poco a poco se fueron destapando todos los tejemanejes en los que había estado involucrado este individuo. Desde sus extraños juegos en el parqué, pasando por los pagos con las tarjetas opacas de su entidad hasta que se había acogido a la amnistía fiscal aprobada por sus amiguetes del gobierno de turno.

Con la noticia del registro de su vivienda, todos los periodistas, cámaras y fotógrafos de los medios de comunicación del país –y algunos de fuera-, se reúnen en el portal del sr. R. Yo misma pasé por allí aquel día, porque por casualidades de la vida el domicilio del sr. R. está situado entre la radio en la que trabajo y mis clases de locución. Durante la primera semana no dejaban de salir informaciones al respecto y aunque día a día había menos personas en el portal, seguía habiendo cierto tapón de periodistas en aquella estrecha calle de la ciudad. Pero no solo eran los medios, sino los furgones policiales. Y donde hay policía, cámaras y micrófonos siempre hay algún que otro mirón.

Como es normal en esta profesión, la actualidad prima y aquel tema se va haciendo viejo, como ocurre con todos. Yo he seguido pasando por allí, en el recorrido entre el trabajo y mis clases. Pasada la primera semana desaparecieron casi todos los medios y la circulación de la calle fue volviendo poco a poco a la normalidad. La policía también se fue y los mirones ya no se quedaban de pie esperando a que algo pasara, aunque a la altura del portal siempre se oían cuchicheos y los viandantes señalaban. Pasado más o menos un mes de que saltase la noticia, en el portal del sr. R. solo quedan tres personas. Allí hacen guardia con una cámara, una escalera pequeña y un mazo de cartas mientras esperan a que estalle otro bombazo informativo.


Photo Credits: Rob Sinclair

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