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arturo serna
Photo by: Mildiou ©

El perro familiar según Juan Rodríguez

El escritor argentino Juan Rodríguez creía en fantasmas y en aparecidos. Más de una vez refiere en sus escritos experiencias ligadas al sonambulismo y las formas más crueles del demonismo. No sólo detecta y describe los casos ligados a su entorno sino que estudia las creencias de sus contemporáneos en pueblos de Chaco, Tucumán, Salta, algunas ciudades de la Patagonia y de la provincia de Buenos Aires.

En un opúsculo casi secreto sobre apariciones, fantasmas y espíritus desviados brinda una interpretación de la figura del perro familiar. Su perspectiva surge del cruce entre la lupa católica y el fervor derivado de la experiencia espiritista. Rodríguez no desmiente a aquellos que ven en el perro a un hijo del demonio que atacaba a los trabajadores de la caña de azúcar. Rodríguez combate a los marxistas que interpretan al perro como un invento de la oligarquía para tapar las injusticias sociales. El escritor acusa a los materialistas de no entender la naturaleza de Lucifer y defiende a los pobres que dicen haber visto al perro encadenado en los sótanos de los ingenios azucareros. En su opúsculo desarrolla su punto de vista: el “perro” es un mensajero del demonio y, en casos puntuales, es directamente la encarnación del diablo. Según el escritor, el diablo llevaba las almas de los descamisados al infierno. Quería ganarse a los creyentes. Los trabajadores de la caña de azúcar tenían un miedo ciego al perro y eso estaba bien. “El miedo no es una cosa pequeña, no es una fobia menor sino una fuerza espiritual fundamental. El miedo es el principal propulsor de la fe”. “El miedo al diablo”, afirma el escritor, “conlleva el temor al Señor todopoderoso. Es decir, el ángel más bello se viste de perro y traiciona al Dios cristiano. Pero los creyentes huyen de la encarnación del diablo y se refugian más tarde o más temprano en el regazo del Dios”.


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