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arturo serna
Photo by: tomaradze ©

El payaso (XXIII)

Conservo la máquina aunque me haya desembarazado de ellos. El payaso y el físico son dos hombres muy diferentes. El payaso es un idólatra, un delirante que cree, como muchos, en la utopía peronista. Cree que Perón es Cristo y que Eva es Eva. El físico es un hombre lúcido, idealista, muy serio en sus conocimientos científicos. Aunque debo decir que es un oportunista y un apóstata, un individuo que vive en un tiempo que ya no existe. No es un utopista, no le da el perfil para sostener una rancia utopía peronista. Solo es un reaccionario con cara de mosca muerta, un ingenuo espectador que ha visto muchas películas, un espectador tardío del cine de clase B. El físico posee el típico bovarismo de su generación. En lugar de ver el cine comercial según el cristal desencantado de los lectores óptimos de Marx, ve la vida siguiendo la lupa deformada e insólita del cine norteamericano más banal.

Tanto el físico como el payaso me manipularon y me metieron en un lío mortal. No me podía salir de ninguna forma hasta que encontré el modo de escapar. Finalmente, mi vida no consiste en otra cosa que en una fuga: de mí mismo, de mis captores circunstanciales, de mi amor de surtidor.

Voy a confesar la verdad. Inventé la historia del incendio y del crimen. Pero lo hice con el propósito de dar fin a una historia. Me van a buscar para condenarme. Pero la historia es falsa, es solo una estrategia para quitármelos de encima.

Como mínima venganza, me quedé con la máquina.

Aunque descreo del primor de la tecnología, creo que la máquina será muy útil. Me va a permitir seguir indagando en mis hipótesis sobre las cosas y sobre la vida cotidiana. La máquina es una herramienta para pensar.

Necesitamos más individuos que lean el capitalismo del siglo XXI. Marx fue un iluso intérprete que cargaba, como todos, con las cadenas de su tiempo. Necesito un compañero que me ayude a ver con otros ojos el capitalismo financiero. Si no tratamos la bolsa como se merece, vamos a quedar atrapados en su lógica fatal. El determinismo no nos llevará a la revolución sino a la muerte por el peso de Wall Street.


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