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arturo serna
Photo by: Nikita Nikiforov ©

El payaso (XXII)

Vivo en pensiones alternativas, en callejones y en bares alejados de la capital; evado los subtes y salgo de gira con una capucha. No recurro a los lugares habituales. Llamo por teléfono a Lucrecia y ella también me evade. Le cuento la situación pero no el plan.   Ella no lo soportaría. A regañadientes, me aguanta en su casa de San Isidro durante un par de días. Como es lógico, después nos peleamos y me voy.

Preparo los materiales, los pongo en la mochila y hago varias llamadas por teléfono para controlar de nuevo los horarios de entrada y de salida del payaso y del físico. Ambos repiten las conferencias, las reuniones y los acuerdos en los horarios de siempre.

Hago todo con la mayor discreción. Me muevo en ómnibus que nunca suelo tomar. Marcho en direcciones opuestas. Hago combinaciones insólitas que implican muchas vueltas para llegar a los destinos.

Llego al departamento del payaso. Aseguro con candados la puerta de salida y las ventanas que dan al balcón. Preparo los materiales. Rocío con kerosene las cortinas que dan a la calle. El fuego gana la ventana exterior. Veo, desde la lejanía, la cara angustiada del payaso. Intenta abrir la ventana. Le resulta imposible. Por el lado del pasillo he colocado un torniquete con kerosene.

Como en una mala película, el departamento arde sin interrupción. Se queman vivos, como almas del infierno del Dante. El humo se expande y la gente empieza a arremolinarse en la vereda. Alguien llama a la policía. Los bomberos llegan tarde. El edifico está en llamas.

Camino rápido por Arenales y me subo a un taxi. Vuelvo a mi depto. Me fijo que nadie me siga. Entro, subo las escaleras, abro con la llave y enciendo la hornalla de la cocina. Saco la copia del discurso y la acerco a la llama. Veo cómo se deteriora la hoja pasando de un color a otro. Me subo a un avión con destino a Tucumán. En el viaje, recuerdo las ideas del payaso sobre el discurso. El payaso pensaba los viajes al pasado como un sistema de revelación del sentido. Nunca creí en ese método. Si los viajes eran un delirio, el fantasma de Perón era un delirio mayor. El payaso decía que Perón estaba vivo y contaba que el fantasma lo visitaba por las noches. Felizmente, el payaso ya está muerto y ya no puede repetir esas palabras imposibles.

Antes de bajar del avión, veo las nubes como copos de nieve y pienso que el sentido del discurso nunca fue revelado. Solo tenemos lo que decía el payaso. Para él, el discurso era una especie de Biblia. Como todo texto maestro, tenía infinitas interpretaciones.

El payaso me había dicho que el discurso le da sentido al futuro ya que siempre habrá que repensar el sentido. El payaso decía que de acuerdo a como sea la interpretación del discurso será la interpretación del futuro

En el aeropuerto de Tucumán me recibe un amigo. Él no está al tanto de nada. Yo tampoco hago mención alguna de lo sucedido. En el hall del hotel, hablamos de nimiedades. Estoy nervioso pero trato de que no se note. A la noche salgo solo y paseo durante horas buscando el cansancio.

Duermo diez horas seguidas.


Photo by: Nikita Nikiforov ©

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