Somos una revista independiente que sobrevive gracias a tu apoyo. ¿Quieres ser parte de este proyecto? ¡Bríndanos un café al mes!
arturo serna
Photo by: Thomas Claveirole ©

El payaso (V)

Después de un tiempo, me canso de cambiar de lugar, de mantenerme encerrado.

Un día de sol, primaveral, decido volver al subte. Un grupo me sigue y me intercepta en la entrada. La banda del payaso me agarra y me mete en una salita del Once.

El payaso ya no habla, directamente actúa. Me apunta con el revólver. Un matón me golpea y me desmayo. Cuando me despierto, cedo. Les digo que la copia del discurso de Perón está guardada en un banco del conurbano. El payaso se ríe.

“Eso va en contra de sus principios”, dice y lanza una carcajada desmedida. “Aunque por eso mismo es el mejor escondite”, agrega.

No respondo. El payaso piensa que un anarquista no puede seguir la regla del banco y tiene razón pero yo he privilegiado el ardid para preservar la joya.

En un auto sin patente vamos hasta el banco. Es de noche y los muchachos saben cómo entrar a un banco desactivando la alarma. Cuando entramos a la bóveda vemos que el discurso ha desaparecido. El payaso cree que alguien lo ha robado. Pero nadie sospecha que lo que he dicho es falso. Me liberan en una callecita de La Boca. Tardan una hora en darse cuenta de que mi cuento es una estrategia para hacerles perder tiempo. El payaso está que arde y empieza una persecución larga, una especie de juego del gato y del ratón. Me escondo y me alejo todo el tiempo que puedo. El payaso y su banda están desesperados. Yo me mantengo al margen y eso es lo que mejor me sale.

He perdido de vista a Ramón. No contesta teléfono ni Whatsapp ni nada. Se lo comió el viento. Lucrecia forma parte de los desaparecidos.

Analizo los pasos a seguir. Reviso los papeles y veo una foto del payaso que me ha entregado Ramón. En su cara se ven puntos negros que no responden a ningún patrón. Es una cara rara: amorfa pero esquiva, intensa y escurridiza. Sentado en un barcito de Palermo –sospecho que el payaso no viene por este barrio porque le parece muy cheto–, repaso las hojas de un periódico y descubro que el payaso tiene una actitud doble. A veces funciona como un agente positivo, un filántropo iluso, y en otras ocasiones como un perverso manipulador. Ayuda a los pobres a la vez que persigue a los que no piensan como él. ¿Será esa la forma de operar del peronismo?

Me atrinchero en un banco de Caballito como un repartidor de cartones. Al fin de cuentas, me convierto en lo que ya soy: un cartonero ilustrado. Una noche helada el gobierno de la ciudad miente en televisión que ayuda a los que estamos en la calle. Tirado sobre una colcha que me pasó un compañero de noche, recuerdo lo que repite el payaso: “lo importante es que el discurso de Perón le habla al país del futuro”.


Photo by: Thomas Claveirole ©

Hey you,
¿nos brindas un café?