Somos una revista independiente que sobrevive gracias a tu apoyo. ¿Quieres ser parte de este proyecto? ¡Bríndanos un café al mes!
arturo serna
Photo by: Hernán Piñera ©

El payaso (III)

Contra lo que habíamos pensado, el payaso reaparece. No tiene pintura en la cara. Lleva un saco a cuadros, un pantalón blanco y unos zapatos de punta. Parece un gentleman. Cuando lo ve cruzar, Ramón me golpea con el codo y se anticipa: me avisa que es él. 

Ramón está ofendido y dice que no quiere hablar con el payaso. Pero a mí me ha picado la curiosidad. Nos vamos a una cafetería de Santa Fe. 

El payaso abre con un discurso de reconciliación. Pide disculpas a su manera. Ramón gira la cabeza. Sigue resentido y no es para menos. El payaso no da vueltas: propone un trato. Me dice que si nosotros lo ayudamos él me devuelve la copia del discurso 

Nos mira y espera la respuesta. Ramón está nervioso, lo noto en el movimiento rítmico de la pierna. El payaso se detiene en el ajetreo que se cuela por la ventana y lleva la taza a la boca. Traga. Es hábil el payaso. Sabe manejar los tiempos.  

Luego se dirige a mí: me pide que me sume a la banda. Para zafar, lcuento que mi tía era peronista, me detengo en la historia de su romance con el yanqui. Le hablo de Moreno y del peronismo del conurbano. Con eso lo entretengo un rato. Veo que Ramón se pone tenso, quizás porque ya conoce al payaso y porque sabe que es un tipo violento.  

El payaso mueve el brazo lentamente y hace el giro para introducir la mano dentro del saco. Me asusto. Ramón se alerta y estira los brazos en señal de alarma. El payaso cuida  el movimiento, como si fuera un cirujano. Tiene todo controlado. Introduce la mano y saca una cajita de cigarros importados. Nos estudia, sonriente mientras coloca uno entre sus labios. Sabe que ha jugado con nuestra expectativa. Sale a fumar a la vereda. 

Al menos respeta las normas”, dice Ramón con un tono circunspecto. No nos van a correr del bar. 

Entonces aprovecho y le pregunto a Ramón si él conoce a los miembros de la banda. 

Son gente pesada”, advierte 

Cuando el payaso vuelve lo miro y le digo, sin preámbulos, que a pesar de mi pasado familiar no soy peronista. Le cuento mi posición frente al Estado y a todas las formas de la barbarie estatista.  

Noto que el payaso se pone a la defensivaMe habla de la pobreza ancestral en las provincias, del hambre que está pasando el país, de la necesidad de que se vaya la derecha más recalcitrante.  

“En eso estamos de acuerdo”, le digo. Ramón levanta la mano y opina: 

“Yo vivo la pobreza desde adentro”, dice. 

“Mire, señor payaso”, digo.  

El tipo se ríe. 

“No me llame así. Dígame jefe”, dice. 

“Me niego”, le digo. “No tengo jefe”. 

“Bueno, bueno. Hay gente susceptible aquí. Vayamos a lo importante”, dice. 

Le explico que estoy en contra de cualquier movimiento de masas.  

“Usted me entiende, señor Serna”, continúa el payaso. “Aquí lo que reina es a barbarie del rico, el tipo que lucha para mantener su kiosco a costa del hambre de la gilada. Me entiende, ¿no? ¿O tengo que explicárselo en ruso?” 

El payaso es el colmo de la ironía. Ramón sigue nervioso. Me toca la pierna. Eso es señal de que acepte. 

“Está bien, está bien”, digo. Entiendo que es una jugada, un paso al costado solo para mejorar la situación.   

“Las reglas están claras. Ustedes se unen a la banda y yo cumplo lo prometido”, dice el payaso. 

Ramón se anticipa: 

“Espere. Yo quiero mi puesto en la obra”. 

“Todos tendrán lo suyo. Lo importante es tener conciencia de clase”, agrega. Si nos unimos entre todos podremos derrotar al capital” 

“¿No le parece un poco vieja esa frase?” 

«Esa es la bandera del verdadero peronismo”, dice. 

Le prometo ayuda pero solo yo sé que es una promesa falsa. Le miento solo para sacármelo de encima.


Photo by: Hernán Piñera ©

Hey you,
¿nos brindas un café?