“El Señor Dios tomó al hombre y lo puso en el jardín del Edén para que lo cultivara y lo cuidara”, dice el Génesis, pero su desobediencia le arrebató esa gracia.
La humanidad entonces se las ha arreglado para edificar sus paisajes evocando su propia visión paradisíaca.
A partir de esa idea quise hacer una reflexión sobre la búsqueda por imitar ese paraíso perdido que nos enseña la fe católica, a través de imágenes que documentan esa realidad.
El hombre ha representado lo natural de acuerdo a una visión de orden y progreso ajustada al paisaje urbano que ha construido. De esa manera ha logrado imponer su voluntad, abriéndose paso a costa de montañas, ríos y selvas para dejar claro su dominio sobre todas las cosas vivientes. La creación de pueblos, ciudades y paisajes grises revelan una naturaleza domesticada y trasplantada que en algunas oportunidades logra superar los límites que le han trazado, retomando su espacio inicial.
Lo natural adquiere forma de puesta en escena, siendo a veces reproducida con gran fidelidad sobre muros y cuadros en un eterno retorno a los orígenes que tiene un aire de falsificación inevitable.