Somos una revista independiente que sobrevive gracias a tu apoyo. ¿Quieres ser parte de este proyecto? ¡Bríndanos un café al mes!
Fabian soberon
Photo by: Sebastian Wallroth ©

El otro muro

El colectivo entra lentamente desde el sur a la ciudad moderna de Jerusalén. Autos tirados en los costados de la ruta, casas destartaladas y materiales diversos pululan en las laderas de unas lomadas bajas. En el bus, unos jóvenes judíos visten la vestimenta habitual en los grupos religiosos. El que está a mi lado no habla sino que envía mensajes por WhatsApp. Los otros, dos asientos más atrás, hacen bromas y se ríen. El colectivo frena en varios semáforos y la entrada se demora. A medida que avanza noto que un muro no tan bajo separa un barrio de otro. Le pregunto a Aarón (guía turístico y rabino) por la diferente configuración física y espacial de los edificios que están en el lado derecho del recorrido. Aarón toma aire y responde. Dice que es una situación difícil de explicar. Se trata de un barrio palestino en un territorio de Israel. El muro separa a los palestinos de los israelitas, dice y se queda callado.

Lo que veo, entonces, es una frontera interna, una llaga que corta la ciudad en tramos sucesivos e inesperados. ¿Quién define la geografía de la separación? ¿Cuál es el criterio?

Hago estas preguntas en mi cabeza y escucho la explicación de Aarón. Dice que los palestinos que viven del otro lado del muro pueden entrar con permiso a trabajar de este lado y que los otros tienen prohibido el ingreso. En esa prohibición se pueden ver los efectos de la enemistad llevada a un extremo y la forma intolerante de la división del espacio. La guerra y el ímpetu de sedición hablan en las piedras. ¿Cómo es que unos pueden y otros no? El muro marca, claramente, una separación étnica, religiosa y política. La relación entre los unos y los otros se ha radicalizado de tal manera que la convivencia es imposible. 

¿Para qué existen las fronteras? ¿Qué es lo que separan? El conflicto palestino-israelí data de muchos años. Ataques, enfrentamientos, matanzas, asesinatos, sangre derramada en ambos bandos dan cuenta de una situación bélica permanente, de una alerta que no tiene fin. 

Si uno recorre el desierto encuentra una sequedad abismal. Los palestinos y los israelitas se pelean por un desierto monótono. Tal vez esta afirmación injusta tenga algún sentido. El otro muro que hiere la ciudad nueva es una síntesis del dolor que aún quema a los hombres.


Photo by: Sebastian Wallroth ©

Hey you,
¿nos brindas un café?